Los días 29 y 30 de noviembre de 2013 se celebraron en Ballobar (Huesca) los veinte años de "Leer Juntos", una actividad maravillosa de lectura en grupo que nació en ese pequeño pueblo, que poco a poco fue prendiendo por todo el territorio nacional y que ha sido merecedor de un Premio Nacional de Animación a la Lectura. No pude ir a la celebración, pero sí les envié este texto que me encargaron y que leyeron en mi nombre.

 

VEINTE AÑOS DE LEER JUNTOS

 

Cuando la escritura, y con ella la lectura, se incorporó a las tecnologías del ser humano (apenas hace cinco mil años de esto) sucedieron grandes cambios en las posibilidades de conservación de la memoria común y, sobre todo, en la hondura de las reflexiones e ideas que podían desarrollarse en esa conversación continua con los textos. Sin embargo esta tecnología, en sus inicios, no era individual: se leía en voz alta y, generalmente, a un grupo de oyentes. Con el paso de los siglos esto cambió. Es conocida la anécdota en la que San Agustín cuenta el asombro que le causó ver a San Ambrosio leer en silencio y sin mover los labios (a finales del S. IV): era esta un tipo de lectura inusual por aquel entonces.

Sin embargo, la lectura silenciosa convivió durante mucho tiempo con la lectura en voz alta a un grupo de oyentes; no hay más que asomarse a las páginas del Quijote, unos cuantos siglos después, y a esa venta en la que se da cumplida lectura de El curioso impertinente para verlo (y escucharlo) con los propios ojos. Y eso a pesar de que ya estaba en pleno funcionamiento el gran invento que habría de revolucionar el mundo de los libros y las ideas: la imprenta.

Sí, fue con la imprenta que llegó la democratización de la lectura y, cada vez más, la generalización de la lectura callada, solitaria. En este proceso de años la lectura en voz alta (y grupal) fue perdiendo terreno en favor de la lectura silenciosa (e individual).

Sin embargo, en pleno S. XX, antes incluso de la llegada del turbión cibernético y el marasmo de palabras virtuales, los lectores y lectoras silenciosos, solitarios, encontraron cauces para volver a leer juntos: nacieron los clubes de lectura y otras propuestas similares que hacían del lector, de la lectora, parte de un colectivo que avanzaba junto por páginas e historias, que sumaban y eran, así, más fuertes.

De entre todas estas nuevas maneras de leer en grupo destaca una especialmente hermosa y feliz, la del colectivo “Leer Juntos”: un grupo formado por padres y madres, profesorado y alumnado que hacen del libro parte de su vida en común, en comunidad. Leer juntos padres con hijos, madres con profesores, bibliotecarias con madres, alumnos con profesoras... leer juntos y crecer juntos al calor de las palabras y las historias. Leer juntos y hacer del libro una manera de conocernos, de vivir experiencias compartidas, de dar y recibir, de crecer como individuos y como colectivo.

Esta semilla que se plantó en el pequeño pueblo de Ballobar creció y dio un frondoso árbol a cuya sombra se han sentado a leer y compartir lecturas, a escuchar cuentos, a conversar con autores, ilustradores, editores... las gentes de Ballobar.  Ese árbol dio frutos, y esos frutos germinaron en tierras diversas y fértiles y, poco a poco, el bosque ha ido creciendo y son muchos los lugares de Aragón y de otras comunidades de España en los que lectores y lectoras que buscan una buena sombra bajo la que cobijarse y disfrutar de los libros, se reúnen, se encuentran y leen juntos.

Quizás alguien piense que la lectura solitaria es un paso más hacia el individualismo que parece imperar en estos días en nuestra sociedad. O tal vez alguien afirme que un libro abierto es un muro infranqueable que nos separa de los otros, del mundo, una ventana dispuesta para un viaje egoísta y secreto. Sin embargo esto no es así. No al menos en lugares como este frondoso bosque de “Leer Juntos” donde lectores en silencio han vuelto a dar voz a los libros y han sumado sus miradas para hacer de la lectura conjunta algo más rico, más fuerte, más grande. Y sobre todo, algo compartido: savia viva para estos árboles que tan buena sombra dan. Savia viva para estas comunidades que refuerzan lazos, que se miran a los ojos, que viajan juntas a lomos de los días y los libros.

Os deseo un muy feliz cumpleaños y os agradezco enormemente el haberme permitido pasear a menudo por vuestro bosque de ensueño. 

Feliz cumpleaños, sí. Y con mis felicitaciones va también mi deseo de muchos y muy felices días y lecturas por venir los siguientes veinte.