Los amigos de Ilumina me hicieron esta extensa entrevista previa a mi participación en la Feria del Libro de Valladolid 2013. En ella hablo sobre narración oral, mi vida. Aquí podéis leerla directamente en su blog con unas cuantas fotografías, y aquí, después del cartel que Raúl Allén hizo para la Feria, os dejo el texto íntegro. Ojalá os resulte interesante.

Ilumina2013

"No puedo imaginarme al ser humano sin contar, sin contarse"

La narración oral es una de las novedades de esta tercera edición. La palabra nos seducirá de la mano (voz), de uno de los mejores contadores del país: Pep Bruno. Una oportunidad estupenda para charlar largo y tendido con él, como no podía ser de otra manera semejante oficio…

Es una pregunta manida pero muchos dudan de que en esta época multipantalla se pueda cautivar al público infantil con la sola palabra dicha. Los seres humanos necesitamos alimentarnos de ficción, y el vehículo por el que naturalmente llega la ficción a nosotros es la palabra, especialmente (o al menos esencialmente durante miles de años) la palabra dicha. Esta ficción de palabra es de la que nos crece por dentro y amplía nuestra mente. Nada que ver con la ficción de pantalla, que se instala dentro de nuestra cabeza, coloniza y empobrece. Por eso seguimos necesitando la sola palabra dicha.

La tuya es una hermosa ocupación enraizada con nuestros más olvidados orígenes. Háblanos del oficio de contar en el siglo XXI. Nunca se ha dejado de contar cuentos, lo que sí ha pasado es que, poco a poco, los espacios (la plaza, la calle, la casa…) y los momentos (la noche temprana en invierno, la fresca de la noche en verano, las horas de descanso, de fiesta, de tareas comunales…) tradicionales para la palabra han ido desapareciendo, y el cuento ha ido replegándose, cediendo terreno a otros “rellenadores” de tiempo.

Lo cierto es que en los años ochenta del pasado siglo, de la mano sobre todo de escuelas y bibliotecas, el cuento volvió a encontrar lugares públicos en los que suceder. Y desde entonces hasta hoy, poco a poco, y a pesar de crisis varias y de la fragilidad de esta arte escénica, el oficio va resurgiendo y afirmándose.

¿Cuál es la diferencia entre la narración oral y la figura del cuentacuentos? En principio, la narración oral es la acción de contar de viva voz a un público. Al no especificar qué contar, la “materia contable” es mayor (cuentos, historias de vida, leyendas, mitología, epopeyas, relatos oralizados…). El narrador oral es, por tanto, el que cuenta de viva voz a un público.

Sin embargo, el cuentacuentos sólo cuenta cuentos.

Sucede, además, que el término cuentacuentos resulta bastante feo. Es un calco semántico del storyteller inglés, como si nosotros no tuviéramos palabras para definirnos: cuentista, cuentero, contador, narrador… También ocurre que este término está bastante connotado (negativamente): como algo que cualquiera puede hacer y que suele estar asignado a público infantil (¡como si el público infantil fuera menos que otros públicos!).

Personalmente prefiero que me llamen cuentista o narrador oral. Incluso a pesar de que la RAE ha decidido incorporar esta palabra redundante en el diccionario.

En una época en que los pequeños sueñan con ser deportistas ricos y famosos, ¿cómo reconocemos a un futuro domador de palabras? No sé qué sueña la generalidad de los niños. Mis hijos, por ejemplo, no sueñan con ser deportistas ricos y famosos: les gustaría ser ilustradores o directores de cine o bomberos… pero nunca me han dicho ricos y famosos (risas compartidas).

No tengo una pista clara sobre esta pregunta que me haces. Lo que sí creo es que en realidad no somos nosotros quienes elegimos ser cuentistas, sino que son los cuentos los que se empeñan en ponernos a contar porque se encuentran cómodos en nuestras gargantas.

De cualquier forma hay gente que, de manera innata, ya maneja los recursos de la palabra dicha y consigue ser el centro de atención en toda conversación. Si a esto le sumas saber/imaginar buenas historias y aprender los rudimentos del oficio… lo demás es fácil: ¡sólo hace falta público!

Tu maleta de historias te ha llevado a contar en infinidad de lugares, ¿cuál es el más insólito? He contado en algunos sitios bien raros. Por ejemplo, en Costa Rica conté en un vagón de tren (doblemente insólito si piensas que es un país en el que no hay red ferroviaria).

En Madrid he contado en varias ocasiones en el Foso de los Monos, en el Retiro (antigua Casa de Fieras), eso sí, sin monos. En Chile conté en la Sebastiana (casa de Neruda) en Valparaíso. En Guinea Ecuatorial conté en algunas escuelitas fantásticas sin cristales en las ventanas y con cientos de niños en absoluto silencio que se bebían los cuentos casi sin darme tiempo a sacarlos de la boca. En Bélgica conté en un castillo fantástico, de cuento de hadas…

En fin, la lista es larga y no quiero aburriros.

¿Qué tipo relatos eliges y por qué? Los cuentos que cuento provienen de tres vías.

En primer lugar, cuentos tradicionales. ¿Por qué? Son perfectos, llevan cientos de años de boca en oreja limando sus ángulos y alimentándonos.

En segundo lugar, cuentos de autor, especialmente en las sesiones para niños y niñas.¿Por qué? Muchos de los cuentos de literatura infantil y juvenil que se han escrito en los últimos cincuenta años son maravillosos y me gusta que, una vez terminada la sesión, los niños puedan rememorar el cuento accediendo al libro en el que está publicado.

Y, en tercer lugar, cuentos propios. ¿Por qué? A veces no encuentro cuentos (tradicionales y de autor) que cuenten lo que a mí me gustaría contar, entonces edifico yo esa historia y la cuento (y, en ocasiones, hasta la escribo y publico).

¿Cómo reconocemos una buena historia? Una buena historia es la que nos alimenta, la que nos emociona, la que, una vez terminada (de contar, de escuchar) nos sigue acompañando. Una buena historia nos genera preguntas, nos conmueve, nos encandila, nos hace crecer, reír, llorar… Nos habita.

Al hablar de cuentos pensamos muchas veces sólo en los clásicos infantiles. Pero hay mucho más…

Además de los autores y recopiladores clásicos actualmente tenemos ya un pequeño canon de autores contemporáneos de cuentos para niños (Lobel, McKee, Lionni, Sendak, Ungerer…), un montón de colecciones riquísimas de cuentos tradicionales (con muchos y muy buenos textos para contar a públicos de todas las edades) y, por supuesto, muchos escritores creando historias ideales para ser contadas.

¿Qué notas diferencian al relato de hace dos siglos del escrito actualmente? Los textos de autor y tradicionales que fueron versionados por escritores (como Cecilia Böhl de Faber) estaban escritos de manera que hoy resultan algo farragosos y, en muchas ocasiones, con una voluntad moralizante y didáctica tan fuerte que pueden llegar a asfixiar la historia. Aunque generalizar es siempre un error.

Lo que sí es evidente es que hoy hay muchos más autores, muchos más estilos y formas de contar y escribir. Y muchas más posibilidades de acceder a los buenos libros.

Ya lo has anticipado, pero… ¿los cuentos son únicamente para niños? No, para nada. La idea de que los cuentos son textos para la infancia es algo que, afortunadamente, lleva mucho tiempo superado. Hay grandes cuentistas (escritores) sólo para adultos (Borges y Cortázar, por poner dos ejemplos que me resultan muy queridos).

Pero es que, en el ámbito del cuento contado, los cuentos han sido desde siempre alimento para todas las edades. De hecho, hay cuentos (de miedo, picantes, vergonzantes…) que sólo los puede disfrutar el público adulto.

Actualmente el cuento contado para adultos goza de muy buena salud y hay sitios (como el Café La Luna, en Logroño, o los Viernes de los Cuentos, en Guadalajara) que avalan con datos muy contundentes esa vitalidad: veinte años ininterrumpidos y sesiones con más de 400 asistentes habitualmente. Poco a poco se van abriendo más espacios y se van consolidando los que llevan tiempo funcionando.

La moraleja tiene muy mala prensa pero, sin duda, históricamente cumplió una función significativa en el cuento, ¿No? Todos los cuentos dicen algo, transmiten algún mensaje, conocimiento, valor, idea del mundo… lo que sucede con la moraleja es que lo hace evidente, lo saca del cuento para remachar la idea que quería transmitir el cuentista. Se escribían moralejas porque se pensaba que el público podía no tenerlo claro: ¿una manera de llamar tonto al público, al lector?

Hoy en día es raro que un cuento incluya moraleja final, y lo que quiere enseñar, lo que quiere decir, va implícito en la historia y el público, el lector, debe sacar sus propias conclusiones. Desde mi punto de vista, es mejor opción.

Inevitable es preguntarte por tu preferido. Entre los cuentos tradicionales hay uno que me gusta mucho, mucho, que se titula Los tres reyes animales pero muchos, casi todos, me fascinan y los disfruto.

Entre los cuentos de autor cité unos cuantos antes (hablando de autores clásicos de LIJ), pero mi bibliografía de escritores favoritos de cuentos incluye a Raymond Carver, Katherin Mansfield, Pere Calders, Roald Dahl, Isaac Bashevis Singer, Saki, Oscar Wilde, Borges, Cortázar…

Te preocupa la salud de nuestra tradición oral. Estudias, rescatas, analizas… ¿cuál es tu diagnóstico? La oralidad pervivirá, no puedo imaginarme al ser humano sin contar, sin contarse. Lo que no sé es si lo hará de igual forma. La tecnología y su abrumadora presencia en nuestros días va achicando los espacios de la palabra dicha hasta cotas impensables hace unos años.

De cualquier manera, el ser humano sigue precisando cuentos contados (y ojos que te miran mientras te cuentan y palabra que te toca mientras te cuentan) y estos, los cuentos, siempre encuentran el modo de volver por sus fueros y llegar a los corazones.

Lo que sí es triste es la desaparición de la forma tradicional de transmisión oral, los buenos viejos narradores populares que contaban en calles y plazas van desapareciendo en nuestros pueblos, en nuestras ciudades.

¿Contamina esta faceta de narrador oral a tus otras ocupaciones, como las de escritor o editor? Vivo abrazado al cuento, todas estas facetas son caras diversas el poliedro que soy. El cuento es mi pasión: contarlo, escribirlo, editarlo, leerlo, escucharlo… son distintas formas de vivir esa pasión. Distintas maneras de ser feliz.

Tus microcuentos de 140 caracteres en Twitter (@pep_bruno), ¿nos rescatas uno para acabar? Desde mayo del pasado año escribo un cuentecito (#CuentoPB) al día. Es un reto que me permite hacer gimnasia diaria (en cabeza y dedos). Os escribo el que acabo, justo, de enviar hace unos minutos:

“Intentó que el río no fuera a morir al mar: contó sin parar cuentos en su orilla. El río murió igual, pero el mar se llenó de sirenas.”

Perdona, no hemos terminado. Nos vemos en las ferias. Será un placer.

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diseño de la web: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.   ::o::   ilustración de cabecero: Raquel Marín

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