Previo / Una historia de la narración / La figura del narrador / Fichas de oralidad
los tres primeros bloques de este artículo están traducidos al inglés (aquí y aquí) y al francés (aquí y aquí)
Para la definición de narración oral me remito a este estupendo texto que Pablo Albo escribió para el preámbulo de los estatutos de AEDA: "Se entiende por narración oral la disciplina artística que se ocupa del acto de contar de viva voz, usando exclusiva o primordialmente la palabra, en un contacto directo y recíproco con el auditorio. La narración oral hunde sus raíces en la tradición de contar historias y en la actualidad convive con ella aunque en un contexto escénico."
Por lo tanto el cuentista es aquel que cuenta de viva voz cuentos a un público.
Me gusta más el verbo contar que narrar. Mientras que narrar se limita a "contar, referir lo sucedido, o un hecho o una historia ficticios" (DRAE) el verbo contar contempla algún otro matiz interesante: 1/ al igual que narrar "refiere lo sucedido, sea esto verdadero o fabuloso", 2/ también computa los hechos (podría ser los enumera) y 3/ incorpora el sentido de "tener en cuenta, considerar". Este último punto resulta en verdad pertinente a la hora de contar pues, desde mi punto de vista, no se puede contar sin tener en cuenta a quien escucha: sí, se cuenta desde la propia voz, la propia mirada, pero se cuenta con el público. Es lo que Pablo apunta en la definición primera como "en un contacto directo y recíproco con el público".
De las características del narrador
En el libro Narrar, oficio trémulo (ed. Atuel), una larga entrevista que Jorge Dubatti realizó a Ana María Bovo, leí por primera vez el concepto narrador espontáneo. Este término hace referencia a esos narradores, esas narradoras, que manejan los rudimentos de la oralidad de manera natural. Un ejemplo clásico es esa persona que en toda reunión familiar acaba por acaparar la palabra y contar los sucesos y chascarrillos con gracia y buena aceptación por parte del resto de familiares, de hecho, en muchos casos, el grupo espera el momento en el que el narrador comenzará a contar.
Pero tener habilidad para narrar una historia no significa que todo esté hecho. Además de esa habilidad hay que trabajar los rudimentos de la palabra dicha, adquirir las herramientas que sostengan la historia con un auditorio.
Van aquí algunas características que, desde mi punto de vista, suman a la hora de contar cuentos.
- Voz. Tener voz propia para contar desde la propia voz. Articular un discurso propio, coherente con la persona que narra, que dé veracidad al acto narrador y a la palabra dicha. Es más que una cuestión de honestidad (que también): se trata de la búsqueda y apropiación de la voz. El cuentista es voz.
- Mirada. La mirada que muestra y nos muestra. La mirada es nexo entre auditorio y cuentista. Con la mirada vemos lo que contamos, mostramos lo que vemos y también vemos a quienes contamos. En este sentido Estrella Ortiz en su magnífico Contar con los cuentos (ed. Palabras del Candil) nos habla de contar cuentos como abrir una ventana, el narrador, la narradora, puede ver lo que hay al otro lado de la ventana y cuenta al auditorio qué está viendo: mientras el narrador visualice, el público también visualiza esa historia. De otra manera Pepito Mateo en su El narrador oral y el imaginario (también en Palabras del Candil) nos habla del cuentista como de un director de cine que mostrara este o aquel plano de la historia que va contando mientras cada persona del público pone en marcha el pequeño cine interior (en su cabeza: es decir, visualiza la película). Pero también hablamos de mirada cuando andamos a la búsqueda de historias para contar (cuentos, relatos, sucesos...). El cuentista, la cuentista, ha de mirar: al público, a la historia, a la vida... para poder contar.
- Memoria. La memoria es el cuarto de las historias. La memoria vale tanto para la cuestión del repertorio (cuántos cuentos conocemos/contamos) como para el asunto de la urdimbre de cada historia (el conocimiento y manejo de la estructura interna de cada cuento que contamos). Igualmente la memoria nos habilita para el acopio de versos y "módulos" narrativos que pueden encajar en diferentes historias. [Más información sobre cuento y memoria].
- Juego. Me gusta pensar en el acto narrador como en un baile: quien cuenta y quien escucha danzan juntos un mismo son. La habilidad de los dos bailarines (o de uno y otro que se deje llevar) permite que la música fluya y los pasos de baile se salgan del patrón previsto para permitir el juego. Hablo del juego y quiero decir capacidad de improvisación, contextualización, frescura (qué bueno es que el aire entre en la cámara del cuento y mueva las cortinas), dejando que el cuento fluya de forma natural acorde con la demanda del público, de la historia y del propio narrador. Contar es dar carne de palabras al esqueleto de la historia, y ese fluir natural, ese alimentar de palabras la historia, nos lleva a realizar cada día un cuerpo, un cuento, con más o menos variaciones y diferencias.
- Respeto. Creo que el respeto es parte fundamental del quehacer del cuentista, respeto por todos y cada uno de los elementos que entran en juego en el hecho narrativo: respeto por la historia que se cuenta (lo que implica conocerla profundamente, incluyendo al arquetipo y algunas variantes cuando se trate de cuentos tradicionales); respeto por el autor o autores diversos del texto que se cuenta (lo que significa citar siempre al autor de un texto que contamos y, cuando sea posible, consultar y pedir permiso para contar su historia); respeto por el público (es obvio pero no hay que dejar de insistir, da igual si es público infantil, juvenil o adulto, siempre hemos de tratarlo con respeto, lo que implica no apelar a lo fácil o simple, buscar en lo hondo y enriquecer nuestro trabajo, ser honestos...); respeto por el trabajo de otros compañeros y compañeras (lo que supone no copiar repertorios ni estilos: incidir en la propia búsqueda, en la propia voz...); y el respeto por el propio trabajo (respetarlo, dignificarlo, difundir la buena nueva de la palabra dicha, cooperar para el buen desarrollo de espacios y crecimiento de públicos, etc.). Respeto, siempre respeto.
- Reflexión. La reflexión sobre el propio hecho narrativo, sobre lo que uno cuenta y cómo lo cuenta, y sobre lo que otros cuentan y cómo lo cuentan, alimenta la propia voz. Pero también conocimiento y reflexión sobre la narración oral a lo largo de la historia y las generaciones. La reflexión es el crecimiento continuo, es la búsqueda incesante, es vivir en la continua sorpresa. La reflexión implica también la evaluación del trabajo realizado, lo que supone un aspecto fundamental para el crecimiento del individuo narrador y del colectivo de narradores.
Lo más complicado a la hora de realizar una clasificación es establecer un criterio. En esta ocasión, además, nos encontramos con una dificultad añadida pues, ciertamente, podemos encontrarnos con tantos tipos de narradores como narradores hay.
Sin embargo, y después de valorar muchas y diversas opciones, y tras intercambiar un buen puñado de correos electrónicos con Juan José Prat Ferrer (folclorista y profesor en la IEUniversity de Segovia), he considerado dos criterios a la hora de realizar esta clasificación: contextual y grupal.
-En cuanto al criterio contextual. Este criterio hace referencia al tiempo y al espacio y comprende dos posibilidades: que el tiempo/espacio esté preparado para contar cuentos, o no.
-En cuanto al criterio grupal: que el grupo sea o no de iguales, atendiendo en este sentido a que cualquiera en cualquier momento puede asumir la voz y contar, o no. La aportación de Juan José Prat Ferrer para llegar a este criterio fue imprescindible.
La combinación de estos dos criterios (contexto sí/no y grupo iguales sí/no) nos da cuatro posibles tipos de narradores.
Quiero aclarar previamente que esta clasificación no es rígida en el sentido de que un narrador, una narradora, es de un tipo o de otro. Desde mi punto de vista quien cuenta puede entrar en las cuatro categorías en función de cómo se articulen los dos criterios seleccionados según sea el momento en el que se está contando.
Y el resultado, en este caso, sería el siguiente:
- El narrador popular, sería aquel, aquella, que cuenta entre iguales en un contexto no preparado específicamente para la narración. Entrarían en esta clasificación por ejemplo los narradores y narradoras tradicionales que forman parte de la cadena de transmisores de cuentos tradicionales, o los narradores sociales (tal como los define Juan José Prat Ferrer) que podría ser quien cuenta un chascarrillo o una leyenda urbana en una barra de bar; o los narradores espontáneos (tal como los definía Ana María Bovo). [iguales sí / contexto no]
- El narrador instrumental, sería aquel, aquella, que cuenta no entre iguales y en un contexto no preparado. En este caso suele ocurrir además que el cuento suele servir de medio para la consecución de otros objetivos. Un ejemplo claro podría ser el de una maestra que cuenta un cuento en clase (para trabajar la capacidad de atención de sus alumnos), o una bibliotecaria que cuenta un cuento en la biblioteca (para animar a que se lean ese libro los usuarios), o un librero que cuenta un cuento en su librería (para que los clientes de su librería se lo lleven), o un religioso que cuenta un cuento para explicar una idea. [iguales no / contexto no]
- El narrador circunstancial, sería aquel, aquella, que cuenta entre iguales y en un contexto sí preparado para contar cuentos. Valga como ejemplo los eventos populares en los que se invita a los asistentes a contar cuentos: un maratón de cuentos, una fiesta de oralidad en un colegio. Y también valga como ejemplo espacios tradicionales en los que se reunía gente ex profeso para escuchar cuentos (en calles, plazas, casas, etc.). O incluso una madre o un padre contando a su hijo antes de irse a la cama. [iguales sí / contexto sí]
- El narrador profesional, que sería aquel, aquella, que cuenta a un grupo no de iguales y en un contexto sí preparado para contar cuentos. Esta categoría está formada básicamente por el colectivo de los narradores y narradoras que han hecho de contar su oficio y que, por lo tanto, cobran un caché por ello y pagan también sus impuestos por ello, como cualquier otra profesión. Se supone que para ello han de tener unos conocimientos y han de dominar unos rudimentos propios del oficio. [iguales no / contexto sí]
Acaso lo interesante de esta clasificación es que una categoría no excluye a otra. Puede suceder, por ejemplo, que una narradora popular (una abuela, por ejemplo) sea invitada a contar en un maratón de cuentos (y por lo tanto en ese momento también sería una narradora circunstanciall). O podría ocurrir que una narradora instrumental (una maestra por ejemplo) destaque por su habilidad contando cuentos y sea requerida para contar en otros centros acabando por cobrar por ello y, por lo tanto, entrando en la categoría de narradora profesional.
De hecho lo normal es que exista convergencia de categorías y que antes de llegar a ser uno narrador profesional, donde se supone que hay que manejar (y dominar) recursos de un oficio, el narrador haya pasado por alguna o varias de las otras categorías.
De la terminología
Además de los cuatro tipos de narradores que he citado anteriormente y cuyas definiciones andan implícitas en la clasificación previa, hay otros términos usados para referirse a la gente que cuenta cuentos.
Cuentista: Término tradicional para definir al que narra cuentos. Definición en el DRAE. Hay narradores que tratamos de rehabilitar esta palabra para denominar nuestro oficio: porque es un concepto tradicional, por su semejanza con el término artista, porque proviene de contar (versus narrar). Ver más aquí.
Cuentero, cuentera: Término proveniente de Cuba y, por extensión, de la América de habla hispana. Cuentista.
Cuentacuentos: Calco semántico del storyteller inglés. El que narra cuentos. Recientemente aceptado por la RAE para la vigésimo segunda edición de su diccionario. En la definición del DRAE, a diferencia de otros ítems, incluye al público. De gran predicamento aunque bastante connotado.
Narrador oral, narradora oral: Que cuenta de manera oral. Término que proviene de la teoría literaria y, al aplicar el apellido oral, se desgaja de la página escrita. Esta definición amplía la materia narrable (no solo cuentos: sucedidos, historias de vida, relatos literarios...). Es también un término ampliamente reivindicado por los narradores profesionales en las últimas décadas. Concepto relativamente reciente.
Contador de historias, contadora de historias: El que cuenta historias. De nuevo amplía la materia narrable (pues historia es un término más amplio que cuento). Concepto relativamente reciente.
Narrador oral escénico, narradora oral escénica: denominación de los narradores afines al movimiento de Narración Oral Escénica cuyo mayor exponente es *Francisco Garzón Céspedes*.
Neonarrador, neonarradora o Narrador urbano, narradora urbana: En el imprescindible libro de Marina Sanfilippo: El renacimiento de la narración oral en Italia y España (1985-2005), se denomina de esta manera a los nuevos narradores que surgieron del ámbito urbano (en la década de los ochenta en el caso de España hasta nuestros días) y que han permitido el resurgir de este oficio casi perdido.
Narrador tradicional, narradora tradicional: suele denominarse así al que cuenta cuentos tradicionales entre iguales. Generalmente son cuentos que aprendieron de sus mayores y que ellos, siguiendo la cadena de transmisión oral, cuentan a su vez.
Rapsoda: Actualmente cuando se habla de un rapsoda se hace referencia al que recita versos.
Relator, relatora: En ningún caso que yo sepa se denomina así a quienes cuentan historias. En el DRAE se define al relator como "persona que hace relación de los hechos o asuntos tratados" así como "el que tiene a su cargo la narración de un espectáculo".
Además de estos términos actuales, hay [otro epígrafe de este estudio con términos históricos < todavía no publicado]
A primeros de mayo de 2013 publiqué este segundo módulo de mis reflexiones sobre la figura del narrador oral. Una vez planteado y escrito pedí ayuda a mis compañeros de AEDA por si había alguna carencia o falta notable. Gracias especialmente a Juan José Prat Ferrer, Cristina Verbena, Bego Alabazan, Ignacio Sanz e Inés Bengoa por sus valiosos comentarios.
Cualquier aportación, corrección o crítica constructiva que quieras hacerme llegar será bienvenida.
Muchas gracias.