Previo / Una historia de la narración / La figura del narrador / Fichas de oralidad

 artículo también en francés / inglés

 

PREVIO 

Los cuentos contados, alimento de narradores y público, suman muchas virtudes (hemos contado algunas ya aquí) y beneficios para quienes los escuchan y para las comunidades en las que habita la palabra dicha. Pero no vamos a hablar ahora del valor (o de los valores) de los cuentos contados, nuestra intención es reflexionar sobre la función del cuentista en la comunidad.

Contar cuentos, ser portadores y transmisores de los cuentos contados, tiene valor en sí e implica asumir unas responsabilidades, como trataremos de mostrar en este artículo.

Esta propuesta de funciones varias pretende ser un marco general en el que puedan encajar las casuísticas particulares de cada narrador en un contexto concreto.

Por lo tanto, puede suceder que algunos narradores habiliten sólo algunas de estas funciones y algunos, todas. Incluso puede ocurrir que en contextos diversos un mismo narrador asuma funciones distintas.

El estudio estaría incompleto si hubiera alguna función que un narrador desarrollara al contar cuentos y no estuviera aquí contemplada. En este sentido cualquier comentario o sugerencia sería bienvenida.

 

He diferenciado dos situaciones a la hora de analizar la cuestión que nos ocupa:

  • el narrador antes de contar, es decir, en el momento de trabajo previo a la sesión de cuentos, fundamentalmente cuando se centra en la búsqueda, selección y oralización de cuentos para contar,
  • y el narrador cuando cuenta, es decir, cuando está frente a un público contando cuentos.
  • No he incluido un tercer momento: el narrador después de contar, que implica un tiempo para la reflexión crítica sobre el trabajo hecho y el pendiente. Considero que esta parte está implícita en la primera: reflexión sobre el repertorio, reelaboración, renovación... y en la segunda: reflexión sobre el modo de contar, nuevas líneas de acción...

 

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DEL NARRADOR ANTES DE CONTAR

Como ya hemos dicho en otra parte de este breve estudio, normalmente el narrador popular suele contar siempre en un mismo lugar (en su pueblo, su calle, su casa) mientras que el narrador profesional deambula de un lado a otro ofreciendo su repertorio (antes de romances, cuentos y noticias; ahora con un repertorio más diversificado).

1 PRESERVAR Y RENOVAR EL REPERTORIO COMÚN

Lo habitual es que el primero (el narrador popular que cuenta en su pueblo) asume, de una manera más o menos consciente, la función de preservar y mantener viva la tradición local (la memoria de la comunidad) los cuentos que viajan de abuelas a nietos durante generaciones (los cuentos de viejas). También sucede que en muchas ocasiones los narradores locales son los encargados de renovar el repertorio local (versificando chascarrillos o sucedidos locales que pronto son conocidos y memorizados por la comunidad).

Por otro lado el narrador profesional (que deambula de un lado a otro) suele traer a los lugares a los que va textos nuevos, ya de creación propia (para luego vender en pliegos de cordel como se hacía con los Romances de Ciego; o en formato libro como actualmente hacen algunos narradores urbanos) o tradicionales recogidos en otras zonas, así pues este narrador profesional también renueva y amplía repertorios locales y, además, comunica, trenza lazos, tiende puentes, entre repertorios y comunidades diferentes.

Puede suceder también que el narrador profesional traiga en boca grandes textos a veces más difíciles de memorizar para los narradores tradicionales y consiga así preservar textos de la comunidad que de otra manera no podrían conservarse en forma oral. Y por último, también puede ocurrir que este narrador profesional incorpore en su repertorio cuentos conocidos en la zona pero que, de alguna forma, son textos propios de una comunidad más amplia que incluye a ésta más pequeña (por ejemplo una comarca o provincia o país) y que son, igualmente, del gusto del grupo por sus variantes o por ser, sencillamente, parte de ellos mismos.

De cualquier manera, ya sea un narrador popular o un narrador profesional, antaño (como en muchos casos hoy) sucedía que estos narradores se sentían parte de una comunidad, como señala en su introducción (vol. I) a los Cuentos tradicionales de León *Julio Camarena Laucirica*:

"Habitualmente, en la cadena de transmisión oral narrador y auditorio forman parte de una misma comunidad y comparten unos elementos culturales que son comunes: tienen unos intereses que en buena medida también los son, comparten una historia de interrelaciones personales, participan de una memoria colectiva común que les permite dotar de significaos específicos o expresiones genéricas y alusiones, y aprueban y desaprueban las mismas cosas." (Julio Camarena Laucirica, Cuentos tradicionales de León, vol. I, Seminario Menéndez Pidal, UCM y Diputación de León, 1989, p. 20)

O, yendo a un caso extremo, como cuenta Mario Vargas Llosa en su libro El Hablador, los narradores machiguengas (llamados habladores) eran los encargados de cohesionar una comunidad dispersa

Este sentimiento de pertenencia a la comunidad implica ciertas responsabilidades para el narrador oral antes incluso de contar:

  • Por un lado la selección de textos tradicionales como parte de la voz común, de la memoria colectiva, que realiza para su propio repertorio, es una decisión que le afecta a él como narrador pero también a la comunidad. Pues estos textos tradicionales que él incorpora a su propio repertorio permanecerán vivos en su garganta y en el imaginario colectivo.
  • Por otro lado la elaboración de nuevos materiales que pasarán en mayor o menor medida al repertorio común deberían de ser alimento para la comunidad (ya sea temporalmente o de forma más prolongada en el tiempo).
  • Y por último el trabajo previo que se realiza con cada texto determina también la pervivencia del repertorio común y su adaptación al devenir de los tiempos (el ejemplo está claro con los textos tradicionales, pero podría aplicarse igualmente a textos de nueva creación que pasan al imaginario colectivo). Me explico con más detalle con el ejemplo de los cuentos tradicionales:

Se puede observar que el cuento tradicional se mueve entre dos fuerzas: la conservación y la innovación. La conservación de los textos tradicionales, su pervivencia, su alimento de aire y voz, su necesidad de habitar en gargantas y orejas (más allá de hojas y ojos) es lo vinculado a la MEMORIA COMÚN, a la propia historia, a lo que somos. A lo que esta comunidad es porque ha sido. Es así: necesitamos saber de dónde venimos para saber quiénes somos (y quiénes podemos ser). Por otro lado la innovación es lo vinculado a lo que está sucediendo ahora, a lo que nos cambia, a lo que nos puede permitir ser otra cosa mañana.

Estas dos líneas de fuerza confluyen en la garganta del narrador que se convierte en quien, de manera más o menos consciente, selecciona los textos que cuenta y decide el modo como habrá de contarlos, convirtiendo así estos textos que son memoria, en textos que son ahora, y en posibilidad de ser textos también mañana.

 

Hoy en día en España, aunque se puede observar una ruptura entre cuentista y repertorio tradicional, podemos ver también narradores urbanos con un amplio repertorio de textos populares y tradicionales (de culturas diversas).

Quizás esta ruptura entre cuentista y repertorio tradicional se deba a que el resurgimiento del oficio de contar cuentos (a partir de los años ochenta del pasado siglo) haya estado vinculado más a instituciones (escuela y biblioteca) que a plazas; o quizás sea debido a que este florecimiento sucedió en las ciudades (de ahí el nombre de estos nuevos cuentistas: narradores urbanos). Este asunto da pistas sobre cuestiones que habremos de abordar con atención [en otros puntos de este breve estudio<sin publicar todavía].

 

DEL NARRADOR CUANDO CUENTA

El acto narrador, el momento en el que el cuentista cuenta un cuento a un grupo de oyentes, es un acto de comunicación y, [como hemos comentado en otra parte de este estudio<todavía sin publicar], para que ello suceda ha de haber un espacio de libertad suficiente en el que cuentista, público y contexto puedan edificar de manera conjunta el cuento.

Esta peculiaridad determina gran parte de las funciones que asume el narrador en el momento que está contando cuentos a un grupo de personas.

2 GENERAR UN ESPACIO DE LIBERTAD

Por un lado, creo que el narrador habilita un espacio de libertad suficiente para que el cuento pueda suceder. Fomenta y cuida que así sea durante toda la sesión de cuentos, por eso ocurre que el tiempo del cuento es un tiempo de libertad.

Por otro lado, pienso que el narrador acoge al grupo de oyentes y lo invita a que sea parte activa de ese evento que va a suceder en ese momento concreto: el cuento contado aquí y ahora, contado por el narrador pero también contado en función de la implicación del público en un contexto determinado.

Creo que todo esto determina la cualidad del momento único e irrepetible en el que el cuento va a ser contado, un contexto concreto con un público concreto que se encuentra en el ahora. Este carácter fugaz, inaprehensible y único del acto de contar cuentos determina incluso el discurrir narrativo: es por eso que cada vez que se cuenta un cuento hay diferencias y nunca se cuenta el mismo cuento de la misma manera. 

3 CREAR COMUNIDAD

Pienso, como narrador, que muchos de nosotros somos conscientes de la importancia de habilitar un espacio de libertad cuando contamos cuentos, espacio que permite al público asumir como propio eso que está sucediendo en ese momento. Creo que el narrador ha de velar porque esto ocurra para que, en ese momento compartido, suceda que el público se sienta responsable del cuento que está siendo contado.

En este sentido merece la pena recordar el final del estudio de don *Julio Caro Baroja* Lo que sabemos del folclore en el que habla de las diferencias entre hombre industrial y hombre tradicional. El hombre industrial vive en una sala de cine, a oscuras, en la que la obra ya es en sí haga lo que haga él desde su butaca. Sin embargo el hombre tradicional habita un corral de comedias y allí el público es parte activa de lo que está sucediendo en el escenario: el público puede levantar una mala obra o tumbar una representación que no le está interesando.

Las preclaras palabras de don Julio me animan a pensar que los cuentos no se encuentran cómodos en "una sala de cine", sino que los cuentos contados habitan naturalmente en "un corral de comedias". Y parte de que esto suceda así es responsabilidad del narrador.

Cuando esto ocurre aparece otra de las funciones del narrador mientras está contando: que el grupo viva como propio eso que sucede. Es más, que el grupo se sienta parte implicada, activa, responsable, de eso que sucede.

Así ocurre que el cuento contado crea grupo, alimenta a la comunidad, estrecha los lazos entre las personas. Acaso el cuento contado sea una de las pocas experiencias en las que hoy en día un grupo puede emocionarse junto, reír junto, sentir junto, al mismo tiempo que se siente responsable de eso que se está viviendo. Y que esto siga siendo así forma parte de las funciones del narrador.

4 TENER LA PALABRA

Sucede además que una persona de ese grupo que está escuchando cuentos asume la voz y tiene la palabra. Esta es otra de las funciones del narrador: tener la palabra. Esto implica una gran responsabilidad: el narrador tiene la palabra en la que pervive una voz ancestral (diacrónica) y en la que hay ecos de la voz que será pero también tiene la palabra ahora (sincrónica). Es por tanto una palabra que trasciende al momento, una palabra hilada por muchas voces (tal vez pudiéramos decir unánime con toda su trascendencia etimológica) y que, además, se sostiene en ese momento, en ese contexto, con ese público.

Tener la palabra puede significar muchas cosas: que uno ha de conocer la palabra (la tradición, el texto) y que ha de hacerla voz en ese momento (el hoy, el contexto) para que perviva (el mañana).

Pero si tenemos en cuenta la idea que hemos dicho antes de que el cuento sucede en un corral de comedias, y por lo tanto que es el grupo quien asume parte de la responsabilidad de lo que está sucediendo cuando el cuento se cuenta, entonces nos encontramos con que el narrador tiene la palabra del grupo, asume la palabra de la comunidad. Se convierte en portavoz. Pero no un portavoz destacado o que descolla sobre la comunidad, sino voz del grupo, voz de la comunidad: en este punto conviene ser consciente de la responsabilidad que esto implica y, sobre todo, no servirse de esa palabra para el propio ascenso. No caben egocentrismos siendo portavoz de la comunidad.

Ser por tanto portador de la palabra, portavoz del sentir común, forma también parte de las funciones del narrador cuando cuenta.

5 SER MEMORIA VIVA

Tener la palabra, como decimos en el punto anterior, implica también conocer la palabra, ser parte activa de la memoria común, de su preservación, ampliación y difusión. De esto hemos hablado bastante en el bloque previo: (1) preservar y renovar el repertorio común. 

Creo que una parte importante de "ser memoria" es también la responsabilidad que conlleva para  articularla, contarla, transmitirla, y hacer, así, que sea memoria viva. (a) Tanto en cuanto a la adaptación de textos: lo que implica acercar, renovar los textos tradicionales para que sean capaces de acomodarse a los nuevos tiempos y los públicos nuevos. (b) Como en la creación de nuevos textos para la comunidad, que puedan llegar a ser -o no- textos con los que ésta se identifique, se piense, se vea... (c) Y en cuanto a la forma de contar esos textos: lo que significa, desde mi punto de vista, una continua reflexión sobre el trabajo de los narradores (propio y de otros) y la formación continua.

Caben, por tanto aquí (b), también todas las nuevas historias (de propia autoría o de otros autores) que puedan alimentar la memoria personal y comunitaria y puedan incluso llegar a formar parte del imaginario colectivo. (En este sentido recuerdo la emoción que sentí cuando unos amigos me contaron como cuento tradicional un cuento que había inventado yo, un cuento que había escrito y contado durante años y que había dejado de contar hacía tiempo. Este cuento llevaba años viajando de boca en oreja hasta que decidió acercarse a hacerme una visita).

6 FORMAR PARTE DE LA CADENA DE AUTORES

Esta cuestión de la adaptación a la propia voz al propio tiempo, da una pista del concepto de autoría de los textos contados, una autoría compartida que está muy clara en el caso de los textos tradicionales (los autores son legión, que diría *Menéndez Pidal*) y que también asumen los narradores cuando cuentan textos de otros autores: creo que contar un cuento de un autor implica asumir ese texto, hacerlo también propio. Este proceso de oralización debe sustentarse, sobre todo, en el respeto al resto de autores de la cadena (ya sean "autores" de la cadena de tradición como autores de un texto) así como en los rudimentos y estrategias de oralización que cada cuentista utilice en su taller de trabajo.

La autoría toca también a una cuestión importante y es la referida a la creación artística. En esta función hemos de cuidar nuestra expresión artística porque la forma como contamos también cuenta.

Y como expresión artística, la narración oral y los narradores somos parte de los sumandos que conforman la cultura, la del pequeño grupo y la gran comunidad. Ser conscientes de esta cuestión es también relevante: cuidar que nuestra aportación sea más, y no menos, en el cómputo global del arte y la cultura forma parte de nuestras tareas.

Y por último, desde este punto de vista creo que contar implica, sobre todo, respetar: a la historia, al público, al autor del texto seleccionado, a la memoria colectiva...

7 SER CONCIENCIA CRÍTICA

Quizás este sea uno de los puntos más personales de todo este texto (en realidad todo él lo es), pues creo que disponer de la palabra siendo parte de la comunidad conlleva una responsabilidad añadida: ser palabra crítica. Al menos, desde mi punto de vista, lo que se cuenta y como se cuenta ha de alimentar la conciencia de la comunidad. 

Ya sea mediante la selección de textos del repertorio propio (o común), ya sea mediante el modo de contar, creo que el narrador ha de ser consciente de esta función que tanto valor da a nuestro oficio.

Durante siglos narradores de culturas diversas y en muy distintos momentos de la historia han sido voz crítica y su palabra estopa en la que ha prendido la lumbre de la conciencia común. No todos, desde luego, pues también hubo narradores plegados al orden establecido que colaboraron en su consolidación acallando la voz crítica (ver aquí). Pero sí los hubo, y muchos, que fueron voz crítica.

De hecho, en nuestros días, siguen dándose casos de narradores que han sido censurados o vetados por su actitud crítica frente a situaciones injustas que la comunidad reprobaba. No hace falta remontarse al caso de Paula Carballeira, narradora gallega censurada en un pueblo por apoyar el movimiento Nunca Mais tras la mala gestión del hundimiento del Prestige; y decimos que no hace falta porque en estos días la cuentista Ana Griott fue censurada en un pueblo madrileño por colaborar con un movimiento ciudadano crítico. 

En este sentido apuntaba Paula a estas notas una cuestión nada baladí: los narradores que acaso más interesan son aquellos que suscitan preguntas, más que quienes aportan respuestas. Cuantas más preguntas se generen menos dogmatismo y más crítica. Más crecimiento individual y grupal.

 

En suma, pienso que el narrador ha de estar ahí, al lado del grupo, de la comunidad, pues ésta le da la palabra, le hace su portavoz. Una gran responsabilidad. Un gran privilegio.

 

 

Desde que en julio de 2011 terminé el estudio sobre la profesionalización del oficio de contar no he dejado de tomar notas y ordenar ideas para elaborar un segundo bloque de trabajo centrado en el narrador oral. De ese bloque, y con motivo del 20M - Día Mundial de la Narración Oral, ve hoy la luz este primer avance en el que reflexiono sobre la función social del narrador oral. Poco a poco espero ir publicando el resto de epígrafes del estudio que van yendo bastante avanzados.
Una vez más gracias a mis compañeros de AEDA y, en especial, a los siguientes narradores: Magda Labarga, Carles García, Estrella Ortiz, Virginia Imaz, Charo Pita, Manuel Castaño e Inés Bengoa por sus comentarios al borrador de este documento. Y gracias a Paula Carballeira cuyos comentarios al artículo lo han enriquecido.
Este breve artículo parte de la reflexión personal y de la propia observación de nuestro trabajo. Seguramente tenga muchas carencias, cualquier aportación o crítica constructiva será bienvenida. 
 

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