Sobre estos apuntes / Fichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral
Aquí podéis leer bastantes de los diversos contenidos de las jornadas celebradas por al OEPLI el 5 de febrero de 1995, coordinadas por *Jorge Riobóo*, cuyo tema central LA LITERATURA ORAL. Este encuentro fue un punto de inflexión en el proceso de revitalización y desarrollo de la profesión de contar cuentos.
Debajo de las fotos está el índice de contenidos del dossier. Hemos picado los textos más interesantes (se accede directamente desde los enlaces del índice).
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Índice de contenidos del dossier:
Presentación
Pedimos la palabra, por Arturo González, Presidente de la Asociación.
La fiebre de contar, por Jorge Riobóo, organizador del evento.
Contada
La leyenda del crisantemo, narrado por Montserrat del Amo (ilust. por Tesa González)
Los motivos del lobo (leyenda) de Rubén Darío, narrado por Ana Pelegrín (ilust. por M. J. Leza)
Burrita de Plata, narrado por Antonio Rodríguez Almodóvar (ilust. por Rocío Martínez)
La hora mágica, narrado por Estrella Ortiz (ilust. por Alicia Cañas)
Del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, narrado por Ana García Castellano (ilust. por Javier Zabala)
El cuento de la tortuga (Camerún), narrado por Bonifacio (Boni) Ofogo (ilust. por Arcadio Lobato)
El hombre que contaba ovejas, narrado por Enrique Tapia (ilust. por Emilio Urberuaga)
Mariquita, narrado por Josefa Guijo (ilust. por Teo Puebla)
Debate
La literatura oral. Intervienen Montserrat del Amo, Amalia Bermejo, Blanca Calvo, Mercedes Carrión, Jaime García Padrino, Arturo González y Jorge Rioboo.
Libros para saber contar cuentos (selección bibliográfica).
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"Pedimos la palabra", por Arturo González Martín, presidente de la Asociación.
Contar, contar, narrar, decir, dialogar... siempre nos lleva a un ser, a unos seres vivos que tenemos enfrente o que nos rodean.
La palabra viva que sale de unos labios busca unos oídos, camino de un corazón palpitante. Contar es encontrar respuesta en el brillo de unos ojos, en una respiración suspendida, en el éxtasis de la quietud... La palabra salta de los labios e inunda el aire de emociones e imágenes.
Leer se convierte en muchas ocasiones en un diálogo con muertos egregios. Tiene la ventaja de la disponibilidad tatal, porque CONTAR se complica por las múltiples presencias.
Pero la palabra es la ventana mágica que guía nuestros pasos a los libros vivificables.
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"La fiebre de contar", por Jorge Riobóo, coordinador del encuentro.
Pues señor... Érase una vez una Asociación de Amigos de los libros para niños que pensó reunirse un día para contar cuentos. Y sobre todo, para escuchar algunos que sirvieran como ilustración mágica y sonora de una tertulia en torno al mundo de los cuentos y los narradores. Pues pensado, dicho y hecho: preparamos ese amistoso debate/encuentro al que invitamos a todos nuestros asociados y a otros amigos para escuchar cuentos de ayer y de ahora mismo. Y sobre todo, a participar en el debate sobre el viejo oficio de narrar que se puede presumir olvidado, pero que en muchos lugares se mantiene vivo y con fuerza como en los buenos tiempos -hace ya muchos años- de "La Hora del Cuento".
Como sabemos, los niños siguen disfrutando de las palabras encantadas, de la voz y el gesto de estos contadores en bibliotecas, escuelas, centros culturales y parques. Aunque sean pocas ya las voces de abuelas y abuelos, padres, madres, tías, chachas (nodrizas y ayas no quedan...) que susurren cuentos a los pequeños antes de dormir. Y los adultos nos hemos encontrado de nuevo con el mundo de los cuentos sobre un escenario, en pubs, cafés y otras tertulias en variopintos locales, siempre de la mano de los "cuentacuentos". Sólo nos falta escuchar cuentos en la antesala del dentista, en la cola del paro, o en el descanso de cines y teatros que no dispongan de bar en el entresuelo... ¡Todo se andará!
Ante ese frenesí actual por el cuento narrado oralmente, muchos nos preguntamos: ¿sirve esa fórmula para animar a la lectura?
Por último, a los narradores y a los ilustradores que participaron en aquella "contada", a todos los que colaborasteis y acudisteis allí a escuchar cuentos, vaya nuestro agradecimiento a la hora de recoger en esta sencilla publicación aquel "Encuentro de Arte y Ensayo". De esta forma, las voces de aquellos "cuentacuentos", "cuentistas", "cuenteros" o narradores orales quedarán fijadas en el papel, al igual que los dibujos que arroparon entonces sus cuentos.
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Mesa redonda en la que intervienen Montserrat del Amo, Amalia Bermejo, Blanca Calvo, Mercedes Carrión, Jaime García Padrino, Arturo González y Jorge Rioboo.
(Interviene Jorge Rioboo): Ahora, y tras asistir a la primera parte de la contada, pasaremos a desarrollar el tema de debate. Montserrat del Amo nos recordará cómo funcionaba en Madrid, durante los años 50-60, La hora del cuento, desde su experiencia personal como escritora y narradora de cuentos.
Montserrat del Amo: Me parece muy bien recordar aquellas experiencias, pero sin pretensiones de historiadora, pues eso lo hago muy mal. Entonces, hacia 1952, iba a contar cuentos con Isabel Niño y Mª África Ibarra. Pero no fue esa la primera vez que a mí me impulsaron, me empujaron, me obligaron a contar historias en una exposición de libros infantiles. Dos años antes -así es que ya nos remontamos al 50-, en el Gabinete de Lectura "Santa Teresa", un grupo de mujeres con una amplia formación intelectual empezaba a hacer crítica de libros infantiles, y algunas exposiciones en su sede, que estaba en un piso bajo de la calle Velázquez.
Alguna vez me han preguntado si se nace escritor. No lo sé; lo que sí sé es que no se nace narrador. Cuando me tocaba ir a estas primeras narraciones realmente lo pasaba muy mal. Añoraba escribir a lápiz, ese lápiz y la goma de borrar que permiten rectificar tantas veces al escritor hasta dejar el texto perfecto. Después Elena Más, entonces directora de las Bibliotecas Populares, me llamó para hacer algunas primeras sesiones. En una de esas, en la Biblioteca de "La Guindalera", narré cuentos en el año 55, y allí conocí a Aurora Díaz Plaja; recuerdo también, por petición suya haber narrado cuentos en la biblioteca infantil que ella dirigía en Barcelona en el Parque de "La Ciudadela", también en esta década de los 50. ¿Cómo eran entonces las narraciones en las bibliotecas? En un librito o folleto, del que eran autoras Mª África Ibarra e Isabel Niño, hablan ya de los servicios que deben ofrecer las bibliotecas infantiles, y nombran la hora del cuento. Recomiendan que no se improvise, que tampoco se escenifique excesivamente, que los grupos sean pequeños, que se intercale narración con lectura de poesías, y que también se introduzcan ciclos de narración, sobre todo para lectores un poquito mayores. Y no digo nada más, así fueron los comienzos. Entonces en las bibliotecas populares se hacía de una manera cíclica; creo recordar que una vez cada 15 días a cargo de las bibliotecarias o de alguna persona que llamaban para narrar. Una vez, en esa Biblioteca de "La Guindalera", estaba llena la sala y un niño dijo que quería intervenir al final de un relato que yo había hecho. Quería intervenir, pero no desde el fondo de la sala, quería acercarse. Se acercó pisando piernas, cabezas y rodillas de los que estaban sentados en el suelo, vino hasta mi lado, y tocándome con mucho cuidado con un dedo, dijo "Es que yo nunca había visto un escritor en carne viva".
Creo que, en ese momento, comprobé que la narración oral podía ser un buen medio de animación en la hora de la lectura, que la narración oral podía, -de una manera absolutamente viva e inmediata-, establecer esa comunicación entre el autor y el lector.
(Interviene Jorge Rioboo): Después de Montserrat del Amo, tiene la palabra Blanca Calvo, Directora de la Biblioteca Pública de Guadalajara.
Blanca Calvo: Mi intervención va a dedicarse a explicaros, sobre todo, lo que hacemos en la biblioteca de Guadalajara. Ocurre que, según creo, en muchas bibliotecas se hacen más o menos las mismas cosas. Para sistematizar un poco, puedo citar cinco líneas de trabajo con la narración oral en las bibliotecas (bueno, no sé si será en alguna más, pero yo creo que en estas cinco caben prácticamente todas las demás). Nosotros empezamos la narración oral hace diez años con el personaje de la bruja Rotundifolia, que antes ha presentado Estrella Ortiz. Esa sería una primera manifestación de la narración oral en las bibliotecas, la creación de un personaje, que en nuestro caso es la mascota de la biblioteca. En ella tenemos una reproducción de la bruja Rotundifola de un metro, aproximadamente; es una muñeca de trapo, vestida igual que ella, y sentada en la biblioteca infantil. Los niños de Guadalajara la conocen perfectamente, pero no sólo los niños, sino también los jóvenes, pues los que tenían diez años al comenzar esta actividad, ahora tienen veinte. Recuerdo que una vez estaba ella vestida y disfrazada de bruja y en la sala de revistas había un chico joven leyendo la prensa; ella tenía que pasar por allí, y el joven se la quedó mirando. Estrella estaba un poco "mosca", porque la miraba mucho, y él iba con una chupa de cuero, así como un poco "heavy". El chico se le acercó y le dijo: "Pero tía ¿todavía sigues contando cuentos? A mí ya me los contabas cuando era un pequeñajo"
Es una anécdota que demuestra cómo la bruja Rotundifolia es un personaje que ha logrado cuajar en la ciudad y que ya es una habitante más de la biblioteca. Cuando hacemos un folleto para anunciar los servicios de la biblioteca, una de esas cosas que se anuncia es que tenemos una bruja. Además de cien mil y pico libros, y una colección de quinientas revistas. Esta fue la primera utilización de la narración oral y, sobre todo, la utilizábamos al principio, y las seguimos utilizando en visitas colectivas, cuando van niños a la biblioteca en grupos, con sus clases y sus maestros, para captarles. La primera vez que van a la biblioteca, sobre todo los pequeñitos, pretendemos enganchares en la magia de las paredes de la biblioteca donde está la bruja.
La segunda línea de trabajo es otra "Hora del Cuento" tradicional, de desarrollo parecido o igual a las que antes ha mencionado Montserrat, que se sigue haciendo, y con esas reglas de oro también. Nosotros lo practicamos todos los sábados por la mañana, a las doce del mediodía, en un saloncito, que quizás no sea el más apropiado. La verdad es que para todas estas cosas, a lo mejor hay fórmulas ideales para hacerlas: en corro, en una sala luminosa y amplia... Nos adaptamos a lo que tenemos, como todos los bibliotecarios. La sala tiene asientos dispuestos en línea o fia, como ésta, con un niño a espaldas de otro, que a lo mejor no es lo ideal, pero bueno, funciona. A las doce del mediodía, de doce a una, o una y cuarto, empieza la Hora del Cuento. Somos algunos de la biblioteca -que tenemos mucha menos habilidad que Estrella- los que hacemos todo lo posible porque salga bien, y bueno, con el ejercicio nos pasa un poco como a Montserrat, que ya llevamos un tiempo contando y cada vez va saliendo mejor. En esas sesiones se juntan un grupito de niños, a veces unos treinta o cuarenta, con sus padres en ocasiones; contamos nosotros y cuentan los niños. Tenemos una mesa como ésta pero, en vez de sentarnos frente a los niños, al otro lado de la mesa, nos sentamos encima. Y los niños también, se suben a la mesa y cuentan. Y a veces cuenta los padres, a veces cuentan las madres, o los abuelos, o las abuelas. Es una hora y pico muy agradable de estar allí, con mucho relax, y lo hacemos sin ningún presupuesto, sin nada más que el personal de la biblioteca.
Trabajamos un sábado de cada tres con tres personas que se responsabilizan de esta actividad, cada una un sábado. es verdad que, a veces, los niños son un poco "rolletes", porque no se saben bien el cuento. Pero, en general estimula mucho que un niño esté contando; estimula mucho para que otros también quieran contar, pues así se aprenden el cuento. Y dimos paso a los niños pporque un día, al terminar la sesión vimos a uno que estaba llorando. Le preguntamos qué le pasaba y dijo que él quería contar. Entonces le subimos a la mesa, contó y dejó de llorar, y además encantó a los demás. Así que todos los sábados estáis invitados, a las doce del mediodía, a una sesión de narración. Además tenemos una pequeña liturgia: se enciende un candelabro de doce brazos y tenemos un tarro de caramelos -de esos caramelos que cuando yo era pequeña costaban cinco céntimos y ahora cuestan un poco más, pero no mucho más-; cuando entran los niños y vamos a empezar la actividad, pueden coger un caramelo del tarro y al marcharse pueden coger dos. La verdad es que lo cumplen bastante bien, aunque las manitas pequeñas caben muy bien en el tarro y podrían acabar comiendo doce, pero es la liturgia y creo que las cosas que se hacen con una cierta liturgia funcionan muy bien.
Otra manifestación, y ya sería la tercera, es muy parecida a la anterior, es el mismo tipo de narración pero con niños muy pequeños, los menores de tres años. Es lo que llamamos en algunas bibliotecas "pequeteca" y en otras "bebeteca". Nosotros lo llamamos "pequeteca" porque cuando lo empezamos a llamar "bebeteca" nos decían que qué bebíamos y nosotros estábamos un poco hartos del chiste fácil y lo empezamos a llamar "pequeteca" que está más claro. Dos días a la semana, los miércoles y los sábados, desarrollamos esta actividad. Ponemos en el suelo muchos libros para niños muy pequeños. en estas sesiones, que duran una hora, es fundamental que vengan los padres o las madres, claro, porque muchos niños van en cochecito. Se canta alguna cancioncilla rimada o así, de las clásicas de toda la vida y se cuenta algún cuento muy, muy sencillo, de ruidos, de animales. así empezamos con la narración oral desde la edad más temprana.
La cuarta sería una actividad que ya no es tan habitual en las bibliotecas públicas y está dedicada a las actividades de narración que se hacen en algunos locales de copas, sobre todo en Madrid. A la vista de lo bien que funciona eso, pensamos que en Guadalajara podíamos ofrecer, sobre todo a la gente joven, una forma distinta de divertirse los viernes por la noche. Empezamos una vez al mes, luego lo menudeamos un poco más y durante los meses de tiempo frío hemos vuelto a la periodicidad mensual. Los primeros viernes de mes se abre la biblioteca a las once de la noche, después de haberse cerrado por la tarde y entonces se apagan las luces, encendemos velas también, o empezamos con una "queimada" en la sala de revistas de la biblioteca. Os podréis imaginar cómo al día siguiente, a las nueve, cuando se abre de cara al público, huele a aguardiente que echa para atrás, pero nadie se ha quejado hasta ahora. Formamos un grupo de gente, ya habituales y ha servido incluso para descubrir creadores. Somos tres o cuatro personas que cuentan los cuentos que otros escriben, y son cuentos muy bonitos. Hay algún escritor en ciernes, de muy pocos años, sobre todo uno de ellos, que creo puede tener un futuro en el mundo del cuento. Sobre todo, nos lo pasamos muy bien. El primer viernes de este mes de febrero cumplimos un año e hicimos una tarta, con una vela claro, para todos los que fueron a la sesión de ese viernes. De promedio van unas treinta personas, a veces han ido cuarenta o cincuenta, y otras han ido veinte: no todos cuentan, por supuesto, hay gente que va sólo a escuchar. Cuando va Estrella es especial, queda mucho mejor. Y cuando no puede ir Estrella hacemos lo que podemos y bueno, nos lo pasamos bastante bien.
La quinta y última actividad de narración oral que realizamos en Guadalajara es el Maratón de los cuentos. Lo hacemos desde hace tres años y en la última edición duró veintinueve horas y media, sin parar contando cuentos. Lo organiza la biblioteca en el Palacio del Infantado. Es una actividad que ha calado de una manera extraordinaria, inesperada para la población. La gente va preparando cuentos a lo largo del año para contarlos en el Maratón. Es una mezcla porque también van contadores y personas que no han contado nunca más que a sus hijos y que se tienen que enfrentar al micrófono, lo que les cuesta, pero quedan tan bien unos como otros. También hay gente que va a escuchar sólo, porque ya sabéis que, en esto de la narración, tan importante es el que cuenta como el que escucha. El Maratón nació de una manera un poco casual, como un sueño imposible, y se cumplió. El primer año nos planteábamos hacer veinticuatro horas; se logró, la verdad que con algunos fallos, porque el primer año se leía y allí se hicieron cuentos muy largos. En esto de la narración oral no se puede leer, al leer no se puede mirar al auditorio y en la narración oral hay que trabar contacto con la vista igual que con la palabra. Pero hubo muy buenas colaboraciones: el primer año estuvo Buero Vallejo, que es de Guadalajara, y leyó un cuento de Welles, y eso despertó una cierta expectación entre la gente, fueron a ver a Buero como contaba un cuento, y otros escritores famosos como Andrés Berlanga, que está vinculado a Guadalajara. Y mucha gente, doscientas, trescientas personas que hacían cola para contar cuentos y también narradores profesionales o gente que se dedica a narrar. Y eso se ha seguido manteniendo el segundo año, con una hora más, y el tercer año, que ha sido este pues, ha sido, ya os digo, veintinueve horas y media, desde las doce del medio día de un sábado, que inaugura el Alcalde de Guadalajara contando un cuento, hasta las cinco y media de la tarde en la que yo misma cerré el Maratón.
Todos van entregando una parte de sí mismos, y eso va creando un estrato de emoción que se puede mascar y se puede respirar. Al final, cuando ya se llevan 20 horas o más contando cuentos, hay tantos trozos de tantas vidas de tantas personas, que aquello lo notas, se puede tocar. Y al llegar el Maratón a su término, hay como una especie de imán: el palacio no nos deja marchar de allí, permaneceríamos otros dos o tres días y es una actividad muy bonita que ha logrado aglutinar a una ciudad. Además, es un hecho cultural con lo difícil que es de hacer. La propia Estrella decía que es montar una fiesta cultural, y es algo que esperamos legar a nuestros hijos, a nuestros nietos, y que dentro de muchos años ojalá se siga haciendo, no sé con qué duración, pero que se siga haciendo. Creo que es una de las mejores maneras de aglutinar a una población.
(Interviene Jorge Rioboo): Tiene ahora la palabra Mercedes Carrión, y después abriremos un pequeño debate.
Mercedes Carrión: Quería comenzar con un minúsculo cuentecito, que me parece ilustra muy bien lo que es el acto de narrar:
"La maga levantó la mano y dijo Erase una vez, y del asfalto salieron mariposas. Y todos y todas las que estaban allí esa noche, caminaron por el hilo plateado de la luna, y cuando por fin la maga dijo bajando su mano Colorín colorado, todos aquellos que habíanle avistado fueron bajando lentamente hasta posarse sobre sus asientos. Pero al día siguiente, todos aquellos que allí estuvieron tenían un brillo especial en la mirada."
Bueno, yo soy narradora oral porque pertenezco a esta nueva oleada de la que ha hablado Jorge. Somos la gente que contamos normalmente en los bares, en los pubs, en los café-teatros de Madrid. Generalmente contamos para adultos, aunque muchos de nosotros contamos para jóvenes y para niños también, en escuelas, en bibliotecas, en centros culturales, pero nuestra casa de diario son los bares de madrid. Os voy a contar cuáles son nuestros bares antes de que se me olvide. Generalmente se cuenta en Madrid, en Libertad 8, en La Travesía, en La Flauta Mágica, en La taberna Encantada, en Manuela, o sea, que si queréis ir a ver esta nueva ola de contadores, pues allí estamos los distintos días de la semana.
Como contadores para adultos comenzamos cuando llegó aquí Garzón Céspedes, el cubano, que sistematizó y creó una metodología acerca de cómo contar los cuentos, y cómo contar los cuentos en escena y especialmente para adultos. Garzón llegó aquí en el año 89, más o menos, invitado por Juan Tamariz y sus primeros talleres fueron en una tertulia de magos. Yo entonces ejercía como maga y fui de las primeras que me integré en esta historia. A partir de aquí empezaron a surgir nuevos contadores que hicieron muchos talleres y se crearon nuevos grupos. Uno de ellos fue "Cuanto Cuento", al que pertenezco. Es el primer grupo que surgió aquí en Madrid; luego nació "Palique", que entonces pertenecía a "Cuarta Pared". La gente de "Cuanto Cuento" nos planteábamos en un momento dado qué nos gustaría, pues contábamos en contextos de festivales, de casas de cultura, muestras, etc., pero verdaderamente no teníamos ningún público estable, ni la posibilidad de contar continuamente. Entonces pensamos que la mejor manera de encontrarnos con un público adulto era en los bares. Entonces fuimos a "El Despertar". Luego varias de nosotras nos dedicamos a hacer nuevos talleres. La verdad es que ahora mismo en Madrid debe haber, por lo menos, unos diez grupos que cuentan continuamente. Entre la gente que forma narradores está Ana García Castellano, Magdalena Labarga (que pertenece a "Palique"), y estoy yo que soy de "Cuanto Cuento". Bueno, hemos formado muchas generaciones y ahora mismo hay grupos contando.
En realidad, la estructura que utilizamos normalmente en los bares es la que hemos llamado "contadas", son como recitales de cuentos, pero el avance mismo de la narración nos ha llevado a empezar a crear espectáculos concebidos para hacerse en teatros o en otros espacios en donde ya necesitamos más medios, como son la luz, que apoya elementos de escenografía, etc. Bueno, yo creo que con esto queda más o menos clara nuestra actividad como cuentacuentos.
(Interviene Jorge Rioboo): Jaime García Padrino nos va a dar una última información que puede abrir el debate y con ello pasamos a charlar un poco entre todos.
Jaime García Padrino: Buenas tardes. Cuando estaba aquí, sentado, pensaba en qué hacía yo en esta reunión. Pensaba que podía hacer bulto, pues quedaba bien este ángulo, pero Jorge me ha dicho: "Pues hombre, tú preparas el debate, abres la información...". Pero yo continuaba pensando qué es lo que podía justificar el que esté aquí sentado. He pensado que, quizá, es que a mí realmente me gusta "vivir del cuento", y trato de hacerlo así, pues me gusta "vivir" -y viajar- del cuento y con el cuento, en mis conferencias y en mis clases. Pero, al escuchar las intervenciones anteriores, me he dado cuenta de que he de decir algo de otras vivencias, pues aquí se está hablando del cuento en la biblioteca, se está hablando del cuento en los bares, y yo quiero hablar del cuento en el aula, del cuento en la formación de los maestros.
Ese interés, esas posibilidades, justifican que hoy tengamos un lleno como no está escrito en los anales del Centro del Libro y de la Lectura, antiguamente llamado INLE, que es como lo conocemos casi todos los que vamos teniendo cierta edad. Esas vivencias son las que trato de transmitir a los que van a ser futuros maestros y que caen bajo mi tutela y mis enseñanzas. Vivencias que están unidas a las experiencias que he tenido con la narración oral. Montserrat del Amo hablaba antes de sus experiencias como narradora oral. Mi primera preocupación para que los futuros maestros se preocupasen por el cuento oral está unida al inicio de la amistad, más que entrañable, que tenemos Montse y yo desde hace muchísimos años. Eran tiempos compartidos, también por Alicia Girón, que estaba entonces en la Biblioteca Infantil de la calle de Felipe el Hermoso, cuando doña Elena Más se acababa de jubilar. Alicia era su subdirectora, y allí fui con mis alumnos de entonces -era el año 1977 o por ahí-, y allí Montse nos contó cuentos.
También recuerdo escuchar cuentos a Dora Pastoriza, otra vivencia muy entrañable para mí durante un Congreso en México, en 1979. Todas esas vivencias son las que trato de transmitir a mis alumnos, a los que van a ser futuros maestros, en forma de técnica o como iniciación a la técnica de la narración oral.
Ya para terminar, -porque el lleno de este local justifica que estemos en una especie de sauna narradora-, creo que el cuento es, ante todo, la transmisión o comunicación de unas vivencias, poder que los maestros deben de aprovechar en su relación con los que son sus alumnos. Entre todos debemos de contribuir a que ese poder de la palabra oral, y que estamos comprobando esta tarde, se mantenga y se proyecte de una forma auténticamente educativa en los niños. Y termino: creo que hay que reivindicar el lugar y la presencia del cuento oral en las aulas. Nada más.
(Interviene Jorge Rioboo): Ahora entraremos en un debate que estaba previsto abrir con una pregunta que muchos se hacen o algunos nos hacemos: Si el cuento contado, la narración oral, la literatura oral, en estos sitios, bibliotecas, aulas, parques, cafés, etc., sirve para llevar a los más jóvenes a interesarse por la lectura, por el libro infantil y juvenil. Este es un interrogante, y a partir de ahí, lo que queramos. ¿Qué se cuenta?, ¿qué autores se cuentan?, ¿cuáles son más fáciles? Que hablen de su experiencia personal los narradores, los escuchadores y sobre todo los que hayan venido acompañados por los niños. Os damos las gracias por acudir. Está abierto el debate.
Carmen: Bueno, quisiera recordar, en nombre de muchos, el efecto tan extraordinario que nos causaba de pequeños, sentados en el suelo y a la altura de aquellas radios enormes, escuchar los cuentos con sus efectos especiales, los golpes de los cascos, las puertas que se abrían. Es decir, un tipo de cuento narrado que nos llevaba a un mundo impresionante, que nos metía dentro. Aquellos eran un tipo de cuentos muy especiales.
Mercedes Justo: Quiero preguntar a los contadores y a la gente que hace este tipo de experiencias, si realmente todo el mundo vale para contar. Yo me encuentro con gente que cuenta por su cuenta; por eso les pregunto a los "expertos", porque creo que expertos en este tipo de cosas no pueda haber, si realmente todo el mundo puede contar y qué efecto se logra sobre el oyente o el público.
Blanca Calvo: Te voy a contestar desde mi perspectiva porque además me he dado cuenta sobre la marcha que se me había olvidado contaros esta experiencia, que una tiene la memoria no se sabe dónde. En los cursos que hacemos en la biblioteca de Guadalajara para contar cuentos, el año pasado hemos dedicado uno a la familia, para atraer a los abuelos, abuelas, padres, tíos, hermanos, y que vinieran a los cursos a contar cuentos. Los cursos los doy yo y son muy cortitos, son de cuatro días, cuatro sábados. Y al final la gente sale habiendo roto un poco el hielo, porqeu en general los que se matriculan en estos cursos (ya vamos por el cuarto, porque han tenido mucho éxito) ya tienen ganas de contar cuentos, y por eso vienen, vienen a aprender porque les apetece contar. Creo que todo el mundo vale para contar cuentos; lo que habría que distinguir es si es para contar cuentos a un hijo, a un sobrino, a un nieto, a una pareja, en fin, una cosa del círculo familiar, o es ya para subirse a un escenario y ponerse a contar. Es verdad que, a lo mejor, una técnica o unas características personales especiales capacitan más, y algunas personas tienen más posibilidades que otras para el encantamiento con el público. Pero la experiencia en Guadalajara me indica que todo el mundo vale para contar, y la experiencia personal, de haber oído a mis tías, o a mi madre, me dice que todo el mundo vale para contar. El otro día, en una entrevista en la radio, estábamos Estrella y yo en una emisora local de Guadalajara y le preguntaban a ella algo parecido y dijo: "A lo mejor no se puede tener un repertorio muy grande, pero sí tener un repertorio de dos o tres cuentos". Un abuelo o una abuela a lo mejor no se pueden saber tantos cuentos como se puede saber una de las personas que se autotitulan "cuentacuentos" en nuestro ámbito, pero sí se pueden saber unos pocos y contarlos maravillosamente. O uno solo, el que le contaron a él y a otros cuando eran pequeñitos, y transmitirlos, y contarlos cientos de veces. Porque a los niños les gusta que se los cuenten cientos de veces. Quiero creer que todo el mundo vale para contar, y todo el mundo vale para escuchar si tienen la oreja atenta, que no hay que olvidar que en la narración oral, es tan importante el que escucha como el que cuenta, y la atención y la mirada del que escucha.
Montserrat del Amo: Creo que a ser narrador se aprende. Creo que cualquier persona vale para narrar, es una cuestión de práctica. Aconsejo aprenderse un argumento y ese argumento leerlo cuantas veces se pueda, en un espacio de tiempo corto y en ámbitos distintos. Porque el cuento se tiene que ir creando. Si se hace así, el cuento se va creando en el mismo proceso de repetición de la narración. El narrador aprende del interés del público, del ritmo de la narración del argumento, sabiendo en qué momentos conviene extenderse en los detalles. Y no sirve la muestra de lo que he hecho yo hoy, que ha sido una carrera veloz por la historia. El proceso de creación del cuento, la recreación de la narración de cada relato, es el mejor modo de aprender a contar historias.
Mercedes Carrión: La verdad es que casi no tengo mucho que agregar porque lo han dicho todo. También creo que cualquiera puede contar, porque todos en la vida contamos. Vemos un accidente e inmediatamente vamos y lo contamos, vemos algo que ha pasado al lado de la casa de la vecina, e inmediatamente lo contamos. Lo lindo es el hecho de contar. Por ejemplo, a nosotros nos pasa mucho que cuando contamos en los sitios que contamos, en los bares especialmente, la gente luego va y cuenta nuestros cuentos, se sienten fascinados. Seguro que cada uno tiene capacidad para captar la esencia de lo escuchado y transmitir aquella sensación que a uno le produjo.
Arcadio Lobato: Quería saber qué diferencia hay entre cuentacuentos y cuentista.
Mercedes Carrión: ¿Y tú me lo preguntas? Cuentista eres tú. Bueno, no voy a responder a esta pregunta porque me resultaría muy complicad, pero por ahí alguien comentó los problemas que tenía con los cuentos. Obviamente, la mayoría de la gente que contamos trabajamos de diversas maneras. Pero una manera de despegar en esto es encontrar siempre algo nuevo en tu argumento, o buscar una manera distinta de contar. Si hoy estás más alegre, pues a ver cómo conseguir ese tono cómico. De todas maneras, yo aclaro que nosotros, los de esta nueva ola de contadores, salvo que contemos o versemos romances, o cosas en verso, generalmente trabajamos sobre la improvisación, sobre la recreación de los cuentos. Muchas veces dejamos un margen de espacio a la imaginación de cada uno de los que escucha.
Jorge Rioboo: Había dos personas que querían contestar a Arcadio: Jaime García Padrino, Ana Pelegrín y también Ana García Castellano. Y por favor, si alguien quiere preguntar lo apuntamos ahora, porque luego no solamente no apuntamos, sino que no le dejamos hablar, porque es que tenemos que seguir con la contada para que no se nos haga muy tarde.
Jaime García Padrino: Creo que Arcadio, con su expresión de ingenuidad eterna, ha planteado un tema fundamental. Te contesto. Hay cuentistas. Lo que pasa es que la palabra ha adquirido un carácter peyorativo, y para soslayarlo se emplea esa otra palabra, un tanto redundante, de cuentacuentos. Y se habla también de contadores, pero el término para mí más adecuado es cuentista, y por ello, debemos reivindicar esa palabra. Asumiéndola le daremos dignidad, y algo que era peyorativo será, desde mi punto de vista, considerado como digno. Hay que recordar que entre el pueblo existía la famosísima frase de "tener más cuento que Calleja", y aquello no era peyorativo, sino la constatación de una realidad histórica-cultural: la labor cultural extraordinaria que realizó Saturnino Calleja, como el primer gran editor de nuestro país de cuentos para niños. a partir de lo que ha planteado Arcadio, reivindico que sólo existen cuentistas, que lo del cuentacuentos es una redundancia desde mi punto de vista no muy justificada y que bueno, contadores, sí. Eso también sirve para plantearlo como un tema polémico que podría dar mucho juego en esta reunión. Lo que pasa es que estamos limitados por el tiempo. A Jorge, cuando me leyó el programa le dije, "¿tú estás loco, pero esto qué es, un congreso o una reunión informal?". Y el bueno de Jorge nos ha montado aquí un "congreso en pequeñas diócesis", como decía un amigo mío. Creo que ana también puede decir algo sobre lo que aquí se ha planteado.
Ana Pelegrín: Ya no me acuerdo de lo que pensaba. Antes también dije que hay dos líneas o muchas líneas para la práctica de la narración oral, pero lo que tú decías muy bien es que se establece una diferencia entre el contador escénico y el cuentista del aula o de la biblioteca. Me parece que son dos técnicas bastante diferentes. Quiero decir que "Los motivos del lobo" es un cuento que no fue contado, sino que fue recitado. Y estaba medido absolutamente el ritmo y no hubo la más ligera improvisación en ninguna palabra. Esto también me parece que se da en los contadores escénicos, en ellos ya hay otra estructura comunicativa que la huyente palabra va redondeando el argumento, que uno sí sabe.
Ana García Castellano: Yo diría que cuentacuentos es el que conoce y ama el cuento, y por eso lo quiere transmitir y el cuentista me suena que es el que no cree en el cuento.
(La transcripción de aquel debate termina aquí, de modo tan brusco, pues se dio paso a la segunda parte de la contada. Tras ella no se pudo reanudar el debate, dada la larga duración del acto y lo avanzado de la hora).