DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Goliardo,da .- (1)- Dado a la gula y a la vida desordenada; seguidor del vicio y del demonio personificado en el gigante bíblico Goliat. (2)- En la Edad Media, clérigo o estudiante vagabundo que llevaba vida irregular.

 

HISTORIA DE LA LITERATURA UNIVERSAL (Martín de Riquer y José María Valverde)

Vol II. Pág. 43

La poesía profana

La poesía goliárdica. Paralelo al desarrollo de la lírica culta en lengua vulgar, y ya antes de las fechas en que se colocan las primeras manifestaciones de ésta, en buena parte de Europa florece un curioso e interesante tipo de poesía profana escrita en latín, que recibe el nombre de goliárdica, rúbrica bajo la que se suelen agrupar composiciones que estrictamente no deberían recibir esta denominación.

Hemos visto que el cultivo de la poesía latina, tanto la sagrada como la profana de carácter grave, persiste a lo largo de varios siglos, si bien su interés decrece cuando la costumbre de escribir en verso en la lengua nativa se impone como una necesidad práctica y artística en los escritores. Pero aparte de esta corriente, que sólo en contados momentos, por lo que se refiere a la lírica produce muestras de interés, existe el mencionado movimiento goliárdico, cuya originalidad, estilo y actitud frente al mundo y a los goces de la vida hacen que tenga muchas veces un auténtico valor literario y un especial significado cultural y social.

Se trata de un movimiento poético que se desarrolla en Alemania, Inglaterra, Francia y España principalmente, desde el siglo XI hasta el siglo XIII, calculando con amplitud, y que surge en el más culto y literario de los ambientes, pues sus autores son altos dignatarios de la Iglesia, clérigos y estudiantes, empapados de retórica latina y de lecturas escolares de clásicos, que, zafándose de las serias preocupaciones o lanzándose decididamente a la vida alegre, encauzan su preparación literaria y su agudo ingenio hacia la creación de poesías en los que satirizan el ambiente que los rodea, parodian la seriedad y la majestad de los himnos litúrgicos, cantan jocundamente el vino y el amor y dan rienda suelta a la malicia y a la picardía estudiantil. Ello constituye una cierta novedad en la poesía docta, pues ésta desciende de la cátedra y del templo para acceder a la taberna o al lupanar, no para divertir al pueblo, que difícilmente podría entender su engolado latín y su chiste intelectual, sino para cantar en regocijado grupo de gente cultivada. Los momentos alegres de la vida estudiantil de todos los tiempos dan la idea más aproximada de lo que fue la poesía de los goliardos, arte de una minoría que se cree superior a los demás, y a la que complace no ser entendida por los que no tienen su elevada preparación intelectual.

Los goliardos

Los poetas que cultivaron este género de poesía fueron denominados goliardos (goliardi) y clérigos vagantes (clerici vagantes). Esta segunda denominación tiene un claro origen: tales poetas eran, por lo general, o bien estudiantes que constantemente se trasladaban de una escuela a otra –ya que ello ocurre en los momentos en que se organizan las grandes universidades europeas-, y que, faltos de recursos, no raramente se ganaban el sustento ejerciendo actividades más o menos juglarescas, o bien clérigos sin beneficio, o bien monjes exclaustrados, entregados a la vida errabunda e irregular. De ahí las abundantes menciones que se encuentran en autores graves y en disposiciones conciliares contra este género de personas a las que cubren de maldiciones y de epítetos envilecedores y cuyo trato se desaconseja.

La denominación de goliardo es más difícil de explicar. Parece proceder de la creencia de considerar al gigante Goliat como símbolo del diablo, al paso que David lo era de Cristo; aunque no es de desechar la posibilidad de que exista cierto cruce con la palabra gola, “garganta”, por la glotonería y sobre todo por la afición al vino que revelan varios de estos poetas. Lo cierto es que ellos mismos se aplicaban el nombre de goliardos y que incluso llegaban a afirmar socarronamente que pertenecía a la orden goliárdica, ficción que no debe tomarse al pie de la letra.

Sin embargo, no todos los cultivadores de este tipo de poesía fueron gente de semejante jaez. Altas dignidades eclesiásticas, figuras destacadas de la cultura y del pensamiento de la época, dedicaron momentos de su vida a la musa goliárdica, como el canónigo Gautier de Lille o de Châtillon, el canciller Felipe, el gramático Matthieu de Vendôme, el arcediano Pierre de Blois, etc.

Algunos de los numerosos cancioneros en que se ha conservado la poesía goliárdica revelan la existencia de focos en los que con más intensidad se cultivó esta curiosa lírica. Mencionemos la colección denominada Carmina Cantabrigensia, en la que se incluyen poesías escritas principalmente en el valle del Rin en el siglo XI; el rico cancionero llamado Carmina Burana, con poesías escritas principalmente en Alemania y, en menor proporció, en Francia e Inglaterra; la colección de poemas escritos alrededor del monasterio de Ripoll (Cataluña), en el siglo XII, etc. En algunos de  estos repertorios se transmite la notación musical con la melodía en que estas poesías eran cantadas.

Temas de la poesía goliárdica

Como es de suponer, dada la condición especial de sus autores, en las poesías goliárdicas se halla con extraordinaria frecuencia una actitud decididamente hostil a las altas autoridades eclesiásticas, desde el Papa, los obispos, la corte pontificia, el clero y el monacato. El anticlericalismo de esta poesía va de la reflexión moral elegíaca, en la que los poetas lamentan la decadencia y el envilecimiento eclesiásticos que creen advertir en su entorno, en oposición a tiempos mejores, hasta la sátira más descarnada y mordaz, en la que caben toda suerte de insolencias y obscenidades, con la intención de provocar la risa gruesa. Constantemente chispean en este tipo de de poesías el juego de palabras y el equívoco cómico, al estilo de “Curia romana non querit oves sine lana” (“La corte romana no busca las ovejas sin lana”). Esta actitud, incluso en sus manifestaciones más irrespetuosas, no supone en modo alguno incredulidad en la fe, herejía o discrepancia dogmática con la Iglesia: es simplemente un anticlericalismos inconformista, que frente a los abusos de los poderes eclesiásticos o en franca oposición a la política de la Iglesia levanta el lamento o la burla.

No hay que olvidar que los autores de las poesías goliárdicas son, por lo general, clérigos o están o han estado vinculados a las órdenes religiosas. Los textos bíblicos y las fórmulas del culto y de la liturgia les son familiares en sumo grado; y de ahí que las retuerzan parodísticamente en busca de una expresión cómica y malintencionada. Las fórmulas o palabras iniciales de los Evangelios, de decretos papales o de himnos litúrgicos así como las expresiones del ordinario de la misa o del breviario, aparecen a cada paso en las poesías goliárdicas en irrespetuosa transformación. Ello constituye uno de los rasgos estilísticos más constantes y típicos de los goliardos.

La autobiografía del clérigo vagante es un tema algunas veces desarrollado con gracia e incluso dramatismo. Una de las muestras más notables es la del llamado Archipoeta de Colonia, en la que, al lado de estrofas llenas de un amargo y turbador sentimiento, el alegre espíritu juvenil va exponiendo las dulces debilidades del goliardo, víctima completamente resignada del amor y del vino.

El vino constituye uno de los temas favoritos de los goliardos. Su poesía, fundamentalmente báquica y tabernaria, al acercarse a este tema exulta de alegría y de optimismo, se derrama en torrentes de gracia y de ingenio y adquiere una exuberante locuacidad.

El amor ocupa un lugar importantísimo en la poesía goliárdica. Desde la más delicada ternura, acompañada a veces de los suspiros y llantos del enamorado, hasta la más obscena alusión, coreada por las carcajadas y el júbilo, el amor reviste toda suerte de modalidad en los versos de estos despreocupados y cultos clérigos vagantes, que mezclan en sus versos referencias bíblicas y mitológicas.

Constituye, pues, la poesía de los goliardos un fenómeno complejo y lleno de matices y de intenciones. Surge en un ambiente en que se unen la refinada cultura y la alegre despreocupación con  unos propósitos meramente literarios, de regocijo y de burla. El repertorio de los temas es extraordinariamente variado, pues va desde la obscenidad y la irreverencia hasta la sana alegría y el sentimiento de la naturaleza. Todo ello siempre salpicado de una aguda gracia estudiantil y de juegos de palabras cultos y con frecuencia pedantes, que el no iniciado no suele captar. En la poesía de los goliardos hay siempre cierto orgullo de superioridad intelectual  y no raramente una exhibición de virtuosismo en el lenguaje, en la frase y en la versificación. Hay auténtico orgullo de clase en muchos de sus versos, en los que  se habla con desprecio de los laicos, incapaces de gustar los placeres que están reservados a ellos solos.

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