[Artículo publicado en Peonza. Revista de Literatura Infantil y Juvenil, nº84, abril 2008, p.46-48]

 

[En "Animar a leer y escribir, animar a escuchar y contar"]

Pep Bruno

 

El tercer final de semana del mes de junio, en Guadalajara, se celebra el Maratón de los Cuentos. Esta actividad consiste, básicamente, en contar y escuchar cuentos ininterrumpidamente unas cuantas horas. La primera vez que se realizó, allá por el año 1992, la duración del maratón fue de 24 horas (porque era el mínimo para poder entrar en el libro Guiness de los récords). En el Maratón del pasado 2007, la duración de la fiesta fue de 46 horas, que es lo que viene durando desde hace unos cuantos años.

La idea del maratón fue de tres mujeres. La cosa empieza bien, porque si de parir se trata, es bueno que sean mujeres quienes lo hagan. Ellas son Eva Ortiz , directora de la biblioteca municipal de Azuqueca de Henares; Estrella Ortiz , decana de los cuentistas españoles; y Blanca Calvo, directora de la biblioteca pública del Estado en Guadalajara. En aquella época Blanca era, a la sazón, alcaldesa de la ciudad. A esta alcaldesa le parecía insólito que Guadalajara no celebrara el día del libro de ninguna manera, y tomando un día café con sus amigas Estrella y Eva, entre pasta y taza, taza y pasta, surgió la idea.

Así pues, el Maratón de los Cuentos nació como una propuesta festiva, una celebración. Y aunque luego el Maratón ha sido más cosas (y ha asumido más propuestas: Festival de Narración, Maratones paralelos, animación de calle, conferencias, talleres, etc.), nunca ha abandonado esa peculiaridad suya: ser fiesta. Fiesta de la palabra.

Para ponerlo en marcha y permitir que el Maratón de los Cuentos perviviera a lo largo de los años estas tres mujeres contaron con el apoyo del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil de Guadalajara (uno de los pioneros en España en esto de la animación a la lectura, organizadores de varios encuentros nacionales de animación a la lectura y encargados de la excelente publicación Atiza, todavía hoy imprescindible), al que pertenecían, y con el apoyo de la Biblioteca Pública del Estado y muchos de sus empleados y usuarios. Ah, claro, y también de muchos amigos.

Esta fiesta de la palabra, esta celebración de cuentos contados, necesita de muchas manos y de muchas voluntades para ponerse en marcha cada año. Por eso son muchos quienes en algún momento han pasado cerca del Maratón y han colaborado con él. Y eso ha determinado otra de sus características: ser de todos.

El Maratón de los Cuentos de Guadalajara se ha convertido en una fiesta, sí, pero en una fiesta que cada uno considera como propia. Es una fiesta del pueblo, popular en su sentido más amplio. Una fiesta que se mantiene gracias al pueblo. De hecho habría que preguntarse por qué razón en los primeros años de Maratón hubo que pasar de 24 a 46 horas. La razón podría ser esta: muchos quieren ser parte de la fiesta, aportar su granito de arena, hacer la fiesta, su fiesta, lo que implica más horas para que más gente cuente.

Esto es lo que de verdad hace grande a este Maratón y lo diferencia de otros eventos similares: la gente de Guadalajara considera que el Maratón de los Cuentos es cosa suya, cosa propia. Y aunque es importante la presencia de narradores profesionales, cuentistas venidos de toda España y de otros países, el Maratón no se sostendría sin la voz del pueblo, sin los ojos del pueblo, sin las orejas del pueblo.

Pero veamos qué tiene esto que ver con la animación a la lectura.

Podemos decir que todo lo que relacione libros y cuentos con momentos agradables, felices, emocionantes, ya es un buen punto de partida. Además, como escribía Blanca Calvo en su “Abecedario de la animación a la lectura”[1]: “La N nos lleva a narración oral, porque a leer se puede empezar con los oídos […] Las historias piden más historias y, desde las palabras escuchadas es natural llegar a las páginas impresas”. Sí, a leer se empieza por las orejas.

Pero hay más. Esto de que el Maratón se haya convertido en una fiesta popular significa que la gente ha de prepararse cuentos para contar. Y ha de contarlos para ensayar. Las escuelas empiezan a primeros de junio con los cuentos , muchas familias también. Los abuelos buscan en la memoria y los padres se preparan algo para contar. Todo el mundo quiere dar voz a los cuentos , quiere regalar su tiempo, quiere que el Maratón sea y sea también suyo. Y para este afán la gente encuentra la ayuda precisa en los libros donde los cuentos están esperando que alguien los elija para ser contados, para ser vivos (cuentos vivos, de viva voz).

Pero además.

No nos hemos parado a pensar qué significa que una persona (anónima, un fontanero por ejemplo) decida subir a un escenario y ponerse a contar un cuento delante del resto de habitantes de su ciudad. ¿Cómo debe afectar esto a las relaciones de quienes habitan esta ciudad? Durante las 46 horas hay alguien contando, pero también hay gente que no cesa de escuchar, escuchadores sedientos de cuentos. Qué significa que alguien decida pasar unas cuantas horas de su vida escuchando a sus vecinos contando cuentos, y de nuevo: ¿Cómo afecta esto a las relaciones de quienes habitan esta ciudad? Pensemos que en algunas horas hay más de mil personas escuchando cuentos en completo silencio.

Tampoco sabemos de qué manera nuestros hijos se verán afectados por este virus del cuento. Mis hijos han vivido intensamente todos los Maratones de su vida. En su vida siempre hubo un Maratón, una fiesta de la palabra, una fiesta dedicada a los cuentos , al silencio, a la escucha. Por eso cuando el pasado junio mi hijo de 7 años me preguntó si mis padres también me llevaban al Maratón y yo le dije: “cuando era niño no existía el Maratón”, Juan me miró atónito: ¿un mundo sin Maratón de los Cuentos ? Eso era sencillamente imposible.

Supongo que para otros niños lo imposible será un mundo sin playstations, o sin internet, o sin móviles, o sin televisión, o sin cedés… Afortunadamente en Guadalajara hay niños que se asombran con la sola posibilidad de un junio sin Maratón de los Cuentos , sin su Fiesta de la Palabra.

 



[1] Blanca Calvo , “Animación a la lectura”, en Educación y Biblioteca , nº100.