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El nombre de JUAN MATA, además de a un excelente futbolista, un reputado bioquímico y un gran bailarín, designa también a un ya jubilado profesor universitario, residente en Granada, que a lo largo de más de cuatro décadas ha dedicado su tiempo y su conocimiento a promover el deseo de leer. Lo ha hecho en aulas, tanto de la universidad como de escuelas e institutos, y en múltiples espacios sociales, desde bibliotecas a plazas públicas o centros penitenciarios. Ha reflexionado mucho sobre las prácticas de la lectura, sus contextos y sus condicionamientos. Convive al respecto con algunas certezas pero también con bastantes interrogantes. Esas sensaciones contrapuestas las ha plasmado en libros y en revistas y las ha compartido asimismo de viva voz en congresos, jornadas, talleres, seminarios y otros tipos de encuentros públicos. Considera que conversar es el mejor modo de pensar juntos. Pese a sus incertidumbres y frustraciones, algo ha debido hacer bien cuando ha recibido algunos galardones como el Premio Feria del Libro de Granada 1998, el Premio Andaluz de Fomento de la Lectura 2002 o el Premio Washington Irving 2011. Con la finalidad de implicar en esa tarea a más y más gente, fundó hace una década la Asociación Entrelibros, una Organización No Gubernamental formada por voluntarias y voluntarios de toda edad y procedencia cuyo objetivo básico es compartir lecturas y palabras con niñas y niños hospitalizados, mujeres víctimas de violencia de género, internos e internas de centros penitenciarios, personas sin hogar, jóvenes recluidos en centros de menores, mujeres inmigrantes, usuarios de salud mental, alumnos y alumnas de educación primaria y secundaria… Esas intervenciones sociales han merecido asimismo algunos reconocimientos públicos como el Premio Feria del Libro de Granada 2017, el Premio de la Sociedad Andaluza de Cancerología 2017 o el Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2019. Pese a todo sigue dándole vueltas a los motivos que hacen que la lectura sea para unos una experiencia tan elemental como el respirar o el comer y tan fatigosa, e incluso detestable, para quienes no se consideran lectores ni aspiran a serlo.
DE LECTURA, DE LECTURAS
El plural afina siempre la mirada, ensancha el horizonte, hace más complejo el mundo. Es una realidad que se impone tanto si hablamos de una ciudad como de un grupo humano o una experiencia de vida. Madrid o Nueva York o Calcuta, por ejemplo, son ciudades cuya identidad se entiende mejor si hablamos de las muchas ciudades que contienen y las conforman, pues la heterogeneidad de sus habitantes es tan abrumadora que, aunque millones de personas afirmen que viven en la misma ciudad, ninguna la habita o la entiende del mismo modo. Igual podríamos decir de la infancia, el viaje o el amor. ¿También de la lectura? Cuando hablamos de lectura, ¿todos nos referimos a lo mismo? ¿Todos entendemos lo mismo? ¿No sería más exacto hablar de lecturas, incluso cuando defendemos el fomento o la animación a la lectura? Porque no es igual promover lecturas de entretenimiento que lecturas científicas o lecturas éticas. Cada una de ellas requiere distintas actitudes, distintos propósitos, distintas prácticas, distintos tiempos. Cuando hablamos de promover la lectura, ¿a qué lecturas queremos referirnos? ¿Qué queremos conseguir? ¿Es lo mismo alentar con la lectura un pensamiento divergente o crítico que provocar respuestas emocionales o ayudar a entender enunciados de los libros de texto? Es evidente que no es igual leer poesía que novela, filosofía o ciencia, pues en cada caso leemos de manera diferente, con objetivos y procesos mentales diferentes. Considero que reflexionar sobre estas cuestiones puede ayudarnos a comprender mejor el acto de leer así como la mejor manera de promover la lectura en cada momento.
Fecha: 10 de octubre de 2022