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REFLEXIONES SOBRE "UN ANDÉVALO DE CUENTO"
El pasado final de semana participé contando en "Un Andévalo de Cuentos", un evento muy particular de narración sobre el que me gustaría hacer algunas reflexiones. Os cuento primero en qué consiste esta propuesta soñada y puesta en pie por Diego Magdaleno y por la Diputación de Huelva.
"Un Andévalo de Cuentos" se ha desarrollado en la comarca onubense de El Andévalo. Cada año se ha trabajado en un grupo de pueblos hasta que, al completar las cuatro ediciones, se ha pasado por los dieciséis municipios de la comarca. En cada pueblo se ha hecho lo mismo:
- Primero se realiza un trabajo de recogida de historias de vida, leyendas, sucedidos, cuentos... Para esta parte del proceso se cuenta, fundamentalmente, con gente mayor del municipio.
- Después, como segunda parte del proyecto, se hace un trabajo de selección y organización de los materiales recogidos para articular una función de narración oral que, generalmente, se piensa para ser realizada a lo largo de un itinerario (con tres paradas) en el municipio y, a ser posible, en lugares que tengan que ver con las historias contadas.
- Finalmente se encarga a un narrador profesional que prepare, ex profeso, el texto resultante para contarlo en el municipio donde se recogió.
La idea es bellísima pero no es sencilla, incluye algún detalle que merece ser señalado: el trabajo se estira en el tiempo, entre el punto de partida (la recogida) y el final (la narración) pueden pasar muchos meses. Además en ese proceso intervienen varias personas (más allá de los propios informantes): quien recoge, quien selecciona y ordena lo recogido, quien revisa y quien cuenta, es decir, puede haber tres personas trabajando a lo largo del proceso (y alguna en dos momentos distintos). Todo esto: el tiempo y el número de personas implicadas en la tarea, como os podéis imaginar, supone un incremento de recursos. A todo esto hay que sumarle otras posibilidades: a veces los textos se pasan a formato audio y a libro con todo lo que ello implica (trabajo de edición, estudio de grabación, etc.), es decir, más recursos.
Veamos ahora con más detalle algunas cuestiones.
Los materiales narrativos
Como ya os adelantaba, el trabajo con los materiales narrativos tiene dos partes diferenciadas, por un lado la recogida y, por otro, la selección y organización. Vamos a ello.
1. Recogida
Para la recogida de materiales narrativos, las historias de vida, sucesos, chascarrillos, anécdotas, costumbres, cuentos, leyendas... se cuenta con el ayuntamiento y la biblioteca, son ellos quienes se encargan de buscar a las personas mayores que podrían colaborar como informantes. Así, cuando el o la compiladora va al lugar, el grupo (que oscila entre 10-12 personas en las primeras ediciones y 6 en las últimas, parece ser que así resulta más eficaz) ya está preparado. La recogida se hace en una o dos reuniones de entre una hora y media y dos horas con el grupo al completo, en un espacio conocido por los informantes (como la biblioteca) y con alguna persona de referencia también asistiendo (como la bibliotecaria). Todo queda registrado en la grabadora.
Se busca, sobre todo, la propia memoria, el recuerdo de cada uno, de cada una, lo vivido, lo escuchado, lo conservado en la memoria. Por eso es importante que el compilador pueda crear un espacio propicio para el diálogo en el que se puedan tejer los recuerdos comunes y los propios. Y así, en este diálogo que aviva la memoria, van saliendo historias completas, fragmentos, detalles... que conformarán los cimientos de todo el trabajo.
En este proceso la escucha se despliega en, al menos, tres planos (del grupo a una persona, del grupo al grupo, de uno mismo a uno mismo) y lo dicho y compartido cobra gran valor.
2. Selección y organización
En ocasiones el compilador es también quien realiza el trabajo posterior con los materiales narrativos. En cualquier caso la persona que interviene en esta segunda fase ha de ser narradora, alguien que tenga experiencia contando delante de un público y que pueda afinar con los textos idóneos para ser contados y con la organización precisa del texto para ser narrado oralmente.
De entre los textos recogidos se seleccionan y organizan los que se consideran mejores para la oralidad. A veces los materiales llegan casi listos para ser contados y basta con una sencilla revisión. Otras veces los recuerdos son fragmentarios y han de completarse. En otras ocasiones se encuentran con muchos retales con los que se puede articular un texto, para ello se suele servir uno de las estructuras de cuento (incluso pudimos escuchar un cuento acumulativo a partir de las anécdotas de los quintos en uno de los pueblos). Otras veces a partir de toponimias o pequeñas pistas se puede desarrollar una historia ficticia (pero coherente y verosímil).
En este momento del proceso quien está encargado del trabajo se sirve de todos los recursos posibles para cimentar los materiales narrativos y sobre ellos edificar el espectáculo, y si hay lagunas en los recuerdos o si hace falta algún empujón, realidad y ficción pueden trabajar codo con codo para dar el mayor lustre a las historias.
Recordemos también que se intenta que el hilo narrativo perfile, al mismo tiempo, el itinerario (físico, en el municipio) por el que podría realizarse el espectáculo de narración (en tal plaza, en la puerta de tal casa, en tal corral...).
En este proceso han trabajado Luna Baldallo, Carmen Sara Floriano, Ana Baldallo, Paula Mandarina, Filiberto Chamorro y Diego Magdaleno.
La vuelta a la boca
Tras su paso por el audio enlatado y el papel, el material resultante se convierte en un punto de partida para el cuentista, para la persona que va a contar esas historias.
Quienes hemos participado en este punto del proceso hemos tenido absoluta libertad para ceñirnos más o menos a los textos que nos llegaron, pero aun así nos sentimos responsables por trabajar con un material altamente sensible y, en todos los casos, trabajamos desde el mayor de los respetos.
Así pues, una vez recibido el texto, nos ponemos manos a la obra para preparar una sesión única: única por el proceso que lleva previo hasta llegar a nuestra boca, pero también única porque posiblemente nunca más volvamos a contar esas historias.
Como narrador, encontrarte frente a un texto que viene "impuesto", que es delicado (por el lugar de donde viene y al que va a volver), con una estructura ya definida... es una experiencia muy poco común. Y también algo vertiginosa. Nosotros, nosotras, contamos con muchos recursos a la hora de contar, pero el más valioso de todos es nuestro propio repertorio, con nuestros cuentos (algunos de ellos verdaderos tesoros que nos acompañan desde hace años) podemos modificar el curso de una sesión: si un público está distante, podemos acercarlo; si una sesión se está cayendo, podemos levantarla; si un texto está fallando, podemos contar otro... y todo gracias a los cuentos que portamos en la garganta, nuestro gran recurso, nuestros compañeros en el camino. Sin embargo en "Un Andévalo de Cuentos" nos desprendemos de esa red y contar es, de alguna manera, un salto al vacío. Es verdad que contamos con otros recursos (nuestra voz narrativa, nuestras tablas, nuestra habilidad para contar...) pero nos encontramos muy desvalidos sin nuestros cuentos.
Y por si esto fuera poco, hay otro (pequeño gran) problema: no sabemos con certeza cómo se desarrollará esa función. No sabemos si tendrá el ritmo preciso, si tendrá la tensión narrativa adecuada, si las historias serán de verdad redondas una vez puestas en la garganta... podemos intuirlo, pero no lo sabemos. Lo que te llega por escrito, esa especie de mapa, de guion, de camino por el que adentrarte, es una cosa; y lo que cuentes, será otra. Otra en función de muchos elementos que no puedes controlar y que desconoces: el lugar, el contexto y, sobre todo, el público. Público que, no lo olvidemos, es el portador habitual de esas historias, lo cual añade un plus de incertidumbre al trabajo.
Todo esto hace que el cuentista en "Un Andévalo de Cuentos" se encuentre muy solo. Da igual los años que lleves contando, esta será una función única, para poner en pie una sola vez, y no tendrás una segunda oportunidad para reajustar los detalles que puedan dar más lustre a las historias contadas de viva voz. Es un reto, un desafío, y también es una maravilla. El grupo de cuentistas estamos más cerca que nunca, todos andamos igual de solos, llenos de dudas y de incertidumbres, todos igualados por el rasero de contar sin red unas historias que vinieron de esta tierra y a las que tenemos que volver a dar alas desde nuestra propia mirada. Sí, el cuentista está muy solo, pero también muy arropado, muy acompañado por esas historias, esos compañeros y ese público.
Como cuentista creo que es una experiencia magnífica despojarse de todo para volver a las historias sin artificios, fiarlo todo a lo que en verdad eres (el ojo, la mano, la boca) para contar esas historias prestadas por un día. Volver a la palabra desnuda y a confiar en el poder de las historias para congregarnos, reunirnos, encontrarnos.
El público
A estos espectáculos únicos asiste un público muy concreto: las personas que contaron las historias en el inicio del proceso, familiares, la gente del pueblo, y también público de otros lugares (personas que vienen a ver todos los espectáculos a lo largo de los días, compañeros narradores de la zona, etc.). Contamos a todas y todos los que asisten, claro, pero hay un público especialmente importante: quienes contaron estas historias.
Este grupo de hombres y mujeres, generalmente mayores del lugar, asiste para ver el resultado, sí, pero también para escuchar sus propias historias. Ocurre que, generalmente, y a pesar de todo el largo proceso, esas historias son muy reconocibles, están ahí, de alguna manera, vestidas de gala: contadas por alguien que se dedica a contar y que maneja los rudimentos de la oralidad. El público puede verse y reconocerse en esas historias, puede reencontrarse con ellas y, por lo tanto, consigo mismo.
A lo largo de todo el proceso el respeto por el material recibido ha sido una constante y ese respeto se percibe por parte del público. Y ahora, quienes contaron aquellas historias se reencuentran con ellas y son conscientes del valor de lo propio. Seguramente ya fueran conscientes de esto antes, pero hoy, cuando se cuenta en "Un Andévalo de Cuentos", es tan evidente, tan perentorio, tan claro, que todo resulta especialmente emocionante.
Me gusta pensar que las funciones en "Un Andévalo de Cuentos" se convierten en un espejo donde reconocerse, un espejo con el azogue renovado en el que las historias que somos se ven en toda su amplitud, con todo su brillo y su esplendor. Por eso no es raro que cuando estemos contando el público asienta, comente, complete, cante, ría, llore... y, siempre, en todas las funciones, se emocione.
El público recibe de vuelta la devolución de lo que dio, y esto que le llega es suyo, ya lo era y sigue siéndolo, y es hermoso, mucho. Me gusta imaginar que estas historias cobran nuevos bríos y vuelven a brincar por bocas y orejas una vez que la troupe de cuentistas se va con el cuento a otra parte, y que los viejos narradores del lugar encuentran nuevas orejas para seguir contando sus historias.
La realización
Todos los detalles están cuidados con mimo.
Comenzando con el cartel (hecho por Ana Baldallo) que incluye toda la información y que permite que quienes quieran puedan desplazarse de un municipio a otro; y continuando con la web, donde uno puede acceder a las ediciones anteriores y a la edición actual y puede mover toda esa información por las redes sociales.
Pero es que la propia puesta en escena merece un punto a parte. Como dije los espacios para contar se eligen en el municipio, suelen estar relacionados con los relatos que se narran y, entre un lugar y otro, el grupo se desplaza andando acompañado por un tamboril (flauta y tambor, o, como dicen allí, pito/gaita y tamboril), siempre don Jozelito. Este acompañamiento es habitual en fiestas locales populares como las romerías, así que la música llama, es decir, el grupo avanza al son de la múscia y las puertas y ventanas de los vecinos despistados se abren al paso de la comitiva festiva para ver de qué se trata. No son pocos los que se suman a la procesión de los cuentos y, por eso, cuando la actividad termina cuenta con más gente que cuando empezó.
El tamboril está en su salsa en esta fiesta de la palabra dicha, no es una mera comparsa: interviene en momentos relevantes del evento (como cuando, al final del espectáculo, los informantes son invitados a salir a escena para recibir el aplauso del público) e interactúa cuando es preciso con el cuentista.
En la edición en la que yo estuve disfrutamos de lo lindo con los cinco espectáculos, fue un goce absoluto: Paula Mandarina, Elia Tralará, Laura Escuela, Nono Granero y yo pusimos en pie cinco espectáculos muy dispares y, al mismo tiempo, muy similares. Y a pesar de que eran historias que venían de fuera y que podrían parecer ajenas a nosotros, acabaron siendo parte de nosotros mismos; cuentos, recuerdos, sucedidos que nos contaron y que ahora también nos contaban a nosotros. Acabamos enredados en esas palabras, cosidos a esas calles, reflejados en esos cuentos.
La organización
La organización de este evento corre a cargo de una sola persona: Diego Magdaleno, quien cuenta con un equipo técnico que ayuda en la parte de selección y organización del material narrativo (citados más arriba), con los narradores y narradoras que participamos en esta fiesta de la palabra y con el músico, don Jozelito.
Pero además cuenta con otros recursos: los ayuntamientos y bibliotecas de los municipios implicados (que reúnen a los informantes, que adecúan los espacios cortando calles o aportando sillas, etc.) y, sobre todo, con el apoyo de la Diputación Provincial de Huelva que es quien asume los costes de esta hermosa actividad. Sin el apoyo económico de la institución no sé si esta actividad sería posible, pero desde luego sí sé que sería mucho más compleja y difícil de llevar a cabo.
Creo que este es un proyecto maravilloso y completamente exportable, una manera de volver a trabajar en los pequeños pueblos, de revitalizar la memoria común, de llevar los espectáculos de palabra dicha a las calles y plazas donde siempre han habitado.
Ojalá este proyecto se copie y se multiplique.
Y ojalá se haga con el mimo y el cuidado con que se ha hecho en El Andévalo.
Texto escrito por Pep Bruno y revisado por Diego Magdaleno