Sobre estos apuntes / Fichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral 

 

[Artículo publicado en El Aedo #10. Diciembre de 2020]

 

Entre octubre de 2010 y julio de 2011 estuve trabajando en la elaboración de una historia de la profesionalización de la narración oral en España. A diferencia de otros trabajos similares que habían llevado a cabo *Antonio Rodríguez Almodóvar* y Marina Sanfilippo y que fueron publicados en sendos magníficos libros, mi propuesta buscaba un formato virtual que le permitiera, por un lado, mantener un diálogo constante (con el contexto y con el oficio) para tratar de actualizarse y ampliarse a lo largo del tiempo y, por otro, permitir y facilitar el mayor acceso y difusión posible de sus contenidos. El estudio está organizado y disponible en mi web, en un bloque llamado “Apuntes de oralidad”, e incluye: once artículos sobre la historia de la profesionalización, sesenta y cuatro fichas que amplían sus contenidos y cuatro artículos que se centran en la figura del narrador oral. Desde 2011 hasta hoy el grueso del estudio apenas lo he tocado pero sí he ido añadiendo fichas que han ido ampliando los contenidos que no quedaban desarrollados en el estudio central.

Hoy, diez años después de iniciar aquel estudio, compruebo que el objetivo de la difusión de la buena nueva de la revitalización del oficio de contar cuentos, en particular, y del resurgir del interés por el arte de la narración oral, en general, sí se ha conseguido, pues veo, no sin sorpresa, que todos los artículos de los “Apuntes de oralidad” en mi web suman más de 510.000 lecturas.

En cuanto al segundo objetivo, la actualización de los contenidos, también he ido haciendo algunas aportaciones y correcciones (especialmente en los primeros años) y, como ya he dicho, el incremento de las fichas (cuyo número debe haberse triplicado en estos años). Pero, aun así, creo que no se reflejan los cambios (bien interesantes) que quienes hemos vivido ejerciendo nuestro oficio de cuentista en esta década convulsa hemos visto.

Y ese es el objetivo de este texto, hablar de los últimos diez años y de los cambios que ha habido en el oficio, del punto en el que nos encontramos y de los retos que se nos plantean como colectivo. Para ello voy a establecer un diálogo con el último epígrafe del estudio publicado hace 10 años, el titulado “Conclusiones”, viendo, de lo que allí se planteaba, qué se ha logrado, en qué se está avanzando y hacia qué posible horizonte podríamos encaminarnos. En cualquier caso respeto los mismos cuatro bloques que incluía ese capítulo del estudio.

 

Una breve introducción: entre crisis y crisis

La crisis iniciada en 2006 con el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos provocó una crisis financiera global que en 2008 fue alcanzando uno tras otro a todos los países. En 2010 la onda expansiva alcanzó al sistema del euro y el Banco Central Europeo tuvo que intervenir en la economía de, entre otros países, España. Ese año tenía unos presupuestos aprobados cuando llegó el golpe, así que muchos de nosotros y nosotras apenas notamos la llegada de la crisis. Pero sólo fue eso lo que no notamos, la llegada, porque los siguientes años (2011, 2012, 2013…) fueron durísimos, con enormes recortes que afectaron a las programaciones de cultura (y claro, también de narración oral). De ello se habla con más detalle en El Aedo #2, un monográfico dedicado a “Contar en tiempos de crisis”. 

En los siguientes años (2014-17) poco a poco empezamos a remontar: espacios que se abrían, programaciones que se recuperaban o que se creaban de nuevas, grandes eventos de narración que nacían… Podría decirse que se iba volviendo a un nivel de trabajo similar al que había antes de la crisis. Eso también afectó al incremento de los cachés (que habían disminuido al principio de la crisis de manera brutal). En mi caso fue 2018 el año en el que sentí que estaba trabajando a un nivel anterior a la crisis, y en 2019 la cosa parecía consolidarse.

El resto de la historia ya la sabéis. Justo cuando empezábamos a remontar y a volver a un nivel de trabajo y de ingresos que nos permitía vivir con cierta tranquilidad, llegó la pandemia provocada por la Covid19 y, con ella de la mano, una enorme crisis económica mundial cuyos devastadores efectos todavía no conocemos. El futuro se plantea incierto. 

Este 2020 está siendo un año muy complicado a pesar de que contábamos con unos presupuestos asignados para cultura, veremos cómo vendrán los próximos años con sus recortes y sus reajustes, pero no pinta bien.

En cualquier caso voy a hablar de este periodo entrecrisis y de cómo he percibido a nuestro colectivo

Dicho esto, comienzo con el diálogo con el texto de hace diez años y las conclusiones que establecí (siguiendo los cuatro mismos bloques).

 

I Sobre los cuentos tradicionales

Mi percepción personal sobre esta cuestión es que en estos últimos diez años ha habido un interesante cambio con respecto a la incorporación de cuentos de la tradición oral en el repertorio de compañeros y compañeras. Hablo sin haber hecho un estudio ni haber recabado datos contrastables: me limito a hablar de lo que he visto en estos años compartiendo escenarios, espacios de reflexión, conversaciones con colegas… Creo que el cuento de tradición oral tiene una mayor presencia en la actualidad en los respectivos repertorios de las y los profesionales de la palabra dicha. 

En estos años hemos sido conscientes del valor y de la calidad de estos materiales narrativos y muchas colecciones de cuentos populares que andaban acumulando polvo en bibliotecas y librerías de viejo han empezado a moverse, a citarse, a utilizarse para la búsqueda de nuevos (viejos) cuentos para ser contados.

Se me ocurren varios motivos por los que el cuento de tradición oral ha vuelto a ocupar nuestras gargantas.

–Para empezar, la formación. Volveré a este punto más adelante, pero ha habido en estos años muchos espacios de formación en los que se ha reflexionado sobre el cuento de la tradición oral, sobre su valor y su capacidad de “enseñarnos” a contar.

–Para continuar, el acceso. No sólo se mantienen y crecen las buenas colecciones de cuentos tradicionales en editoriales de referencia (Siruela, Olañeta, Miraguano, etc.) sino que nacen otras (o se consolidan en estos años) con propuestas de mucha calidad y vinculadas a la narración oral (Palabras del Candil, Libros de las Malas Compañías). Además, gracias a la accesibilidad de las plataformas de ventas de libros nuevos o de segunda mano (como en TodosTusLibros, Iberlibro, Wallapop…) no resulta especialmente complicado dar con viejas colecciones de cuentos (como la colección Laurín, en Anaya) o títulos sueltos agotados. A todo esto se suma la publicación de estupendos libros de cuentos tradicionales en editoriales que, habitualmente, no los incluyen en su catálogo (como LaOficina, Impedimenta, Crítica, Páginas de espuma, etc.).

–Otro motivo podría ser el encaje en la propia voz. Estos cuentos están preparados para ser contados, vienen de la oralidad y su paso por la escritura puede ser sólo un medio para preservarlos y llegar de nuevo al aliento de otro cuentista. Contarlos es fácil y parece que somos cada vez más conscientes de ello.

–Por último creo que hay compañeros y compañeras que, al igual que comentaba que ocurría en otros lugares de Europa, sienten que estos cuentos forman parte de nuestra memoria y nuestra cultura, y los cuentan porque se sienten parte de la voz que lleva siglos contando estos cuentos, que lleva siglos contándonos. Y no hablo sólo de narradores de comunidades que han venido a llamarse históricas, pues pienso que esta actitud se percibe en narradores y narradoras de prácticamente todo el Estado. Esto también viene de la mano de la existencia de colecciones de cuentos de tradición oral recogidos en todos los territorios.

Para ir terminando este punto merece la pena recordar que en el colectivo de profesionales de la narración hay compañeros y compañeras que realizan recogida de textos de la tradición oral (Sandrá Araguás, Guti, Ana Griott, Celso Fernández Sanmartín…); también hay cuentistas que tienen un gran porcentaje de su repertorio (si no su totalidad) articulado a partir de cuentos de la tradición (Jesús Buiza, Alberto Sebastián, Diego Magdaleno, etc.); y también hay festivales en los que los textos de la tradición oral ocupan un lugar muy relevante, como son "Un Andévalo de cuento" (en el que se recogen textos de la tradición oral que se envían a cuentistas para que hagan la devolución y los cuenten en esos mismos lugares donde se recogieron) o "Días de cuentos en Ahigal" (donde se pide a los narradores y narradoras que lleven, fundamentalmente, cuentos tradicionales para contar).

 

II La hora del cuento

En estos años me atrevería a decir que se ha consolidado la programación de narración oral en bibliotecas y centros educativos. Aunque ambas se articulan a partir de la narración oral como estrategia de animación a la lectura, siento que, tal como apuntaba hace diez años, hay cada vez una mayor diferencia entre la relación del cuento contado en las aulas y en las bibliotecas. Esto comentaba entonces: “Quizás al no tener que impartir unos contenidos, al no tener que adaptarse a un programa escolar, la biblioteca ha alcanzado una relación con el cuento más libre, sin compromiso didáctico, como fiesta de la palabra dicha (aunque siempre rodeada de libros).” Y pienso que, en la actualidad, esta diferente relación con el cuento contado es, si cabe, más marcada. Aun así, creo que hay cosas que han cambiado en el ámbito educativo.

Mientras que en muchos centros educativos la narración oral sigue siendo un recurso “para”: animar a leer, ejercitar la escucha y comprensión de otra lengua, reforzar temas puntuales (día de la paz, día del libro…), también es verdad que en estos años han aparecido algunos proyectos en los que la oralidad se muestra con valor en sí misma. Traigo, en este sentido, algunos ejemplos que conozco: el proyecto Narralunas, en Aragón, donde se trabaja la narración oral con alumnado de Secundaria; o la Biblioteca Oral, una propuesta de recogida y devolución de textos de la tradición oral llevada a cabo desde hace dos años en el IESO Haré Volar de Alovera (Guadalajara), donde, por cierto, también llevan a cabo una magnífica Noche de Ánimas con narración de cuentos de miedo. Ambos nacidos del proyecto de Pasaporte cultural de Azuqueca de Henares (Guadalajara) puesto en pie por Eva Ortiz y Mar Gutiérrez y que centró su actividad en la narración oral.

Ha habido en estos años, incluso, algunos colegios que han celebrado el 20M con propuestas de narración oral: por ejemplo hay colegios donde se realizan pequeños maratones de cuentos (CEIP San José de Calasanz, en Zaragoza; CEIP Trabenco, en Leganés) o actividades más modestas (como en el CEIP Pablo Neruda, en Alcalá de Henares). Incluso sé de colegios en los que la narración oral ha tenido mucha presencia en estos años (por ejemplo en el CEIP La Senda o en CEIP Villa de Autol). 

Hay también actividades fuera del horario escolar, organizados por profesorado y familia, que dan mucha importancia a la narración oral (por ejemplo el Berenar de contes o los Cuentos con chocolate).

Pero todo esto, creo, son honrosas excepciones. El grueso de la narración en colegios (que en estos años se ha ido estabilizando) ha sido, en mi opinión, narración vinculada a los cuentos “para” (animar a leer, aprender inglés, celebrar la paz…). En cualquier caso, bienvenido sea. Que en la programación de animación lectora se incluya, además de visitas de autor o ilustrador, la posibilidad de que venga un cuentista a contar cuentos, ya es un gran paso. Esto sucede, por ejemplo, entre las propuestas que ofrece FIRA Educación a centros educativos de Navarra.

El panorama en bibliotecas es muy desigual. Hay muchas bibliotecas que mantienen una programación estable de narración oral a lo largo de todo el curso, bibliotecas que insisten en la hora del cuento como una actividad central dentro de su programación, (como Las Rozas, Villaviciosa de Odón, Fuenlabra… por poner tres ejemplos de la Comunidad de Madrid) e incluso bibliotecas que articulan propuestas muy variadas de narración oral a lo largo del año (como la Biblioteca Insular del Cabildo de Gran Canaria y sus cuentos eróticos, cuentos de miedo, maratón de los cuentos, hora del cuento, etc.). Pero por otro lado también encontramos bibliotecas que cuentan con muy pocos recursos para programar regularmente actividades de narración oral (o de cualquier otro tipo), y esta desigualdad no depende sólo de la Comunidad Autónoma en la que se esté, sino también del municipio y de los gestores de la cultura de dicho municipio.

Dicho todo esto, aunque en bibliotecas y colegios se encuentra el grueso de nuestro trabajo, este grueso sigue siendo muy poco grueso. Hay que insistir en el valor de la narración oral como actividad cultural, como propuesta artística accesible, cercana, popular y de calidad. Quedan aún muchos centros educativos y bibliotecas en los que no se realizan apenas actividades de narración oral. Y hay muchos gestores de la cultura que desconocen qué hacemos en escena o, peor aún, que tienen ciertos prejuicios sobre este oficio nuestro.

 

III Sobre el oficio

La situación actual

Como decía al inicio de este artículo hago referencia a “la situación actual” refiriéndome a antes de la llegada de la pandemia.

Mi percepción personal es que el número de narradores y narradoras profesionales en España en esta década ha aumentado bastante. Sólo en AEDA somos un total de 49 profesionales de la narración oral, fácilmente podemos estar hablando de un mínimo de 200 personas que viven de contar cuentos en España, si no más. Al mismo tiempo se ha incrementado el número de personas que compatibilizan la narración con otros trabajos.

Esto tiene su reflejo en el número de asociaciones de narración oral que hay en nuestro país y en su dinamismo. En esta década han aparecido asociaciones como el GNOA, gremio de narración oral de Andalucía; TAGORAL, Asociación canaria de narración oral; Colectivo NOGA, narración oral gallega, todas ellas muy activas y con mucha presencia no sólo en su ámbito territorial. 

Así mismo a lo largo de estos años ha continuado con su actividad la asociación decana del colectivo, ANIN, associació de narradores i narradors. Por otro lado MANO, asociación madrileña de narración oral, nacida en 2009, ha consolidado sus actividades alrededor del 20M, especialmente, aunque se presenta también muy dinámica y con otras propuestas interesantes. Finalmente la asociación NANO, associació de narradors orals de Castelló, València i Alacant, también fundada en 2009, tras unos años de poca actividad ha vuelto a moverse, llegando a celebrar un primer encuentro en 2019 y a realizar otros eventos y actividades.

El total de personas asociadas en estas distintas asociacioens es de unas 200 (no tengo los datos precisos de Colectivo NOGA mientras escribo este artículo), pero hay más compañeros y compañeras no asociados. 

Por otro lado es muy relevante el trabajo que todas las asociaciones están desarrollando en los últimos tiempos en cuanto a la articulación de una voz común, la visibilización del colectivo, la mejora de las condiciones de trabajo… Y es, en mi opinión, una buena noticia, que se haya creado una Mesa de Narración que aglutina a todas las asociaciones para trabajar conjuntamente.

Este crecimiento del colectivo ha significado también un incremento de la diversidad de estilos y maneras de contar, diversificación de públicos y espacios para la narración.

 

Las cuestiones pendientes

Hace diez años hablaba de los Itinerarios de formación como una de las cuestiones pendientes más acuciantes para nuestro colectivo. Creo que este asunto ha sufrido un importante cambio en esta década y especialmente relevante ha sido el lugar que ha ocupado la Escuela de Verano de AEDA en este asunto, pues se ha convertido en un espacio de referencia para la reflexión, la formación y la convivencia. Creo que es relevante la existencia de este espacio de formación para personas que ya están contando (no para quienes se quieren iniciar, pues para estas personas ya existen distintos talleres, escuelas, etc.).

Hay además otros ámbitos de reflexión sobre narración oral nacidos en estos años y vinculados a la Universidad, se trata del Curso de Verano de la UNED de Guadalajara y de las Conferencias sobre Narración Oral en la UNED de Úbeda vinculadas al festival En Úbeda se cuenta.

Sobre Cuestiones éticas y condiciones mínimas, otro punto pendiente hace diez años, sigue sin haber un código deontológico elaborado y consensuado por el colectivo, aunque sí se publicó en 2013 en la web de AEDA del Decálogo. Condiciones de cuento que ha tenido mucha difusión y ha facilitado la mejora de la realización de funciones. 

Sobre las cuestiones éticas mi percepción es que hay una mayor concienciación actualmente de los problemas que plantean para los compañeros y compañeras (y para el colectivo en general) la copia de repertorio, la bajada de cachés, la no cotización, etc.

Sobre la Presencia en los medios, un tema de vital importancia para una disciplina artística como la nuestra, creo que seguimos igual, si no peor, que hace diez años. En esta década disfrutamos de las crónicas de CulturaEnGuada (medio que ya cerró) y de las críticas de Elisa Yagüe (en funciones realizadas en Segovia), pero poco más. Hay, de vez en cuando, alguna crítica puntual de algún espectáculo, pero poco, poquísimo. Esta es sin duda una de las cuentas pendientes, muy pendientes, de nuestro oficio.

Aunque no haya crítica del oficio sí que hay una presencia mayor en medios: narradores que cuentan en radios de ámbito nacional (Pep Bruno cuenta todas las semanas en Radio Nacional de España, donde también participan regularmente y en otros programas Alicia Bululú y Nono Granero), regional o local. Y también en televisión, por ejemplo, Celso Fernández Sanmartín lo hace todas las semanas en la televisión gallega.

Bien es verdad que sí hemos tenido alguna presencia en otros medios (que no prensa), pero sí hay una cierta visibilidad del oficio y del colectivo en redes. Valga como muestra que en 2017 en la web del Ministerio de Cultura se incluyó una entrada para sumarse a la celebración del 20M Día Mundial de la Narración Oral

En cualquier caso sigue habiendo dificultad para llegar al público adulto (espacios que programen, públicos consolidados) y en las funciones familiares en esta década se ha notado una importante bajada de la edad de los niños y niñas que asistían (eso a pesar de que se ha diversificado la programación y es habitual que haya funciones para niños y niñas de 0-3 años). Esta bajada en la edad del público ha hecho que se pierda mucho público natural del cuento contado (de 7 a 12 años) en las funciones familiares. Esto abre un nuevo frente de trabajo para el colectivo pues, creo, es importante recuperar a este público.

Vivir del cuento. Si bien el meollo de nuestra ocupación y preocupación debe ser contar con un buen repertorio y una buena propuesta artística que ofrecer, hay otras cuestiones relativas a la profesionalización que están algo cojas. Por ejemplo, es llamativo que todavía haya un buen puñado de profesionales que no tienen una web profesional o que cuentan con webs o blogs desfasados, sin actualizar desde hace años, gratuitos o con carencias notables (sin agenda, sin espectáculos en repertorio, sin información relevante…); también es llamativo, por ejemplo, que sea difícil encontrar carteles de espectáculos hechos por profesionales de la ilustración o el diseño; etc. Es cierto que la gran mayoría de cuentistas utilizan las redes sociales para dar a conocer su trabajo y su agenda, pero las redes sociales son muy inestables, los contenidos son, en muchos casos, difíciles de recuperar, por eso sigue siendo fundamental contar con un espacio estable en internet que nos sirva como escaparate.

Pero esto de las tareas pendientes como profesión es un asunto bien importante (y del que ya he hablado con más detalle en otra ocasión).

Un asunto también pendiente para la próxima década es el modo como un cuentista puede darse a conocer al iniciar su andadura profesional. En esta década surgió la propuesta de los Narradores Inauditos en el Maratón de Cuentos de Guadalajara, pero, salvando esta opción, no conozco espacios que regularmente traigan a voces nuevas para que puedan dar a conocer su trabajo o para que puedan foguearse ante un público crítico.

 

IV Reflexiones últimas

Hay cuestiones relativas a este 2020, año de la pandemia de la Covid19, que no he anotado y que bien merecen la pena incluirse en este epígrafe final.

Este 2020 nos obligó a utilizar las redes también como un espacio de trabajo, muchos compañeros y compañeras se grabaron vídeos contando cuentos, o hicieron directos en redes sociales (Instagram y Facebook fundamentalmente), lo que significó la apertura de un debate bien interesante alrededor de la narración oral en línea. Por otro lado muchos compañeros y compañeras usaron las plataformas de videoconferencia para impartir formación (como Dani y Nieves de "Borrón y cuento nuevo") o incluso crearon plataformas de formación en línea de narración oral (como DeVivaVoz.org).

Este 2020 va a poner (de hecho ya está poniendo) a prueba nuestra capacidad de resistencia y de adaptación, con la pandemia provocada por la Covid y el colapso económico quizás los próximos años sean años difíciles, ojalá me equivoque. En cualquier caso merece la pena no olvidar que las personas somos seres de historias y, por lo tanto, siempre, con crisis o sin ella, disfrutaremos de una buena historia bien contada. Ojalá la clave para vadear con algo más de fuerza las turbulencias de estos tiempos sea esa. Ojalá.

 

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