Sobre estos apuntes / Fichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral
[texto rescatado del blog tierraoral.com]
Resulta siempre muy sugerente indagar en la etimología y las diversas definiciones de las palabras, y para muestra de esto que digo traigo aquí un botón, todo sea por esta afición que gasto por enredar con palabras y cavar en sus raíces.
Esta entrada viene a cuento de un verbo que no deja de rondarme en los últimos meses, se trata de confabular. Como os podéis imaginar el origen de este verbo es latino: confabulor, y significa "conversar", cuya raíz está en fabula, palabra también latina con un montón de acepciones: "rumor, conversación popular, habladuría || conversación familiar y privada || leyenda mito, narración poética || pieza teatral || cuento, fábula, apólogo." Como podéis ver es un término con significados dispares y a veces contrarios: conversación popular, habladuría (pública) pero también conversación familiar (y privada). Es interesante centrarse en estos términos más que en los referidos a cuento, mito, narración poética... porque en el origen de la palabra ya podemos vislumbrar que el hecho narrativo se plantea como una conversación, no como un monólogo. De hecho este término latino da pie al verbo fabulari, cuyo sentido en latín es "hablar, charlar || contar, explicar" y del que deviene nuestro verbo hablar.
Lo sugerente, para mí que soy narrador oral, es que de una misma raíz provengan términos referidos a la conversación y al cuento, y digo sugerente porque como sabemos quienes nos dedicamos a contar, lo que hacemos no es un monólogo, es, sobre todo, una conversación con el público (y sí, también una conversación con la historia y con otros elementos que entran en juego, pero contar es, sobre todo, un diálogo con el público). También resulta enjundiosa esa cuestión pública-privada, pues contar es un acto público (se cuenta a otros, en público) que tiene una repercusión privada (es una narración directa a cada persona, por eso es necesario crear un ambiente de intimidad para contar).
Pero aquí no acaba todo, pues el origen de estas disquisiciones era la palabra confabular, es decir fabular con, es decir:"inventar cosas fabulosas con alguien || inventar, imaginar tramas o argumentos || hablar." Sin ir a la etimología, consultando sencillamente la definición, nos encontramos con más pistas de esto que hacemos cuando contamos: obsérvese que en dos de las tres definiciones se menciona inventar, también imaginar y, por último, hablar. Ocurre que cuando fabulas inventas con las palabras, pintas en la imaginación (de quien cuenta, de quien escucha) cosas fabulosas, tramas y argumentos. Es emocionante comprobar que entra en consideración en las propias definiciones del término el hecho de que contar, fabular, implica un acto creativo en ese mismo momento en el que sucede de manera oral, porque, por si no había quedado claro todavía, contar no es recitar de memoria.
Pero insisto, volvamos a confabular, que no es otra cosa que fabular con otros: hablar y a un mismo tiempo crear imaginar, inventar historias con otros; o como lo define el DRAE: "dicho de dos o más personas: Tratar algo entre ellas || decir, referir fábulas || dicho de dos o más personas: Ponerse de acuerdo para emprender algún plan, generalmente ilícito." Esta mezcla es sugerente y muy poderosa: confabular implica la idea de contar cuentos (decir fábulas) pero también la idea de estar en trato con los otros, de conversar y de urdir algo juntos, ponerse de acuerdo (del latín accordare de cor, cordis, es decir, corazón) -oh, esa sugerente idea de confabular como sintonizar los corazones-, y lo que es más interesante, ponerse de acuerdo para emprender juntos un plan que pueda ser ilícito (es decir, no legal o no moral).
Quizás esto nos esté dando pistas del poder de la palabra dicha, del poder que despliega cuando varios se reúnen alrededor del cuento para respirar juntos, inventar juntos y, especialmente, soñar juntos otros mundos posibles. El poder de la ficción, de esa ficción comunal alrededor de las miradas, los latidos, la palabra compartida, es mucho; una ficción nutricia que puede resultar peligrosa para quienes tratan de dominarla o aplacarla. Porque la ficción de los cuentos, esa que crece de dentro hacia afuera, esa que no es colonizadora (de fuera adentro) y que nos hace más ricos, esa que sintoniza corazones y voluntades, esa que despierta conciencias, nos puede hacer fuertes e invitarnos a cuestionarnos los días que vivimos.
Por todo esto, la idea de contar cuentos como un acto de confabulación me parece, sencillamente, deslumbrante.
Y antes de despedirme aquí os dejo algunos de mis diccionarios favoritos para estos entretenimiento: el Diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, yo tengo la edición abreviada en Gredos (demasiado abreviada para mi curiosidad, y mi pesar), el DRAE (a veces uso otros diccionarios de la misma web, es utilísima); el Diccionario de uso del español de María Moliner en Gredos; Diccionario del español actual, de Seco, Andrés y Ramos en Aguilar; el Tesoro de la Lengua de Sebastián de Covarrubias en ed. Alta Fulla; y diccionarios de latín o grigo como los VOX.