A finales de julio Patricia Giménez, desde Chile, me hizo esta entrevista para su página en Facebook. Puedes leerla aquí o directamente en su página.

 

 

Breve descripción de tu persona. 

Mi nombre es Pep, mis apellidos Bruno Galán. Nací en Barcelona en 1971 y vivo en Guadalajara desde los siete años. Estoy casado y tengo dos hijos maravillosos. Tengo tres carreras universitarias (Trabajo Social; Filología Hispánica; Teoría de la Literatura y Literatura Comparada). Vivo y trabajo alrededor del cuento: soy narrador oral profesional desde 1994 y he contado por bibliotecas, escuelas, teatros, centros culturales, universidades, plazas… de 17 países; soy escritor, he publicado más de 25 libros, casi todos de literatura infantil y juvenil y casi todos de cuentos; soy editor de la editorial Palabras del Candil, especializada en libros y cuentos de narradores orales que cuenta con más de 50 títulos en su catálogo; soy formador implicado en proyectos de formación para narradores orales (cursos, talleres, escuela de narración, mentorado, universidad); y, sobre todo, soy lector: mi paraíso es un largo día de verano tumbado leyendo un buen libro. 

 

¿Cómo fue tu infancia?

Yo diría que fue una infancia feliz. Pasé momentos más o menos complicados y momentos de pura alegría (supongo que como todo el mundo). Tengo muchos buenos recuerdos de mi niñez (en Barcelona, en Selas, en Guadalajara) y casi todos son de juegos en la calle con amigos, o de excursiones al campo con la familia.

No recuerdo que me contaran cuentos, pero en casa había mucha y muy jugosa conversación, siendo mi padre un narrador ingenuo muy bueno.

 

¿En qué momento de tu vida te diste cuenta que querías dedicarte a esto?

En febrero de 1994 me encontré contando cuentos delante del público. Es algo que es fácil que ocurra en Guadalajara, capital del cuento (aquí se celebra desde hace 27 años el Maratón de los Cuentos, 46 horas ininterrumpidas de cuento; y hay programación estable de narración oral todo el año), pero de ahí a dar el salto a la profesionalización fue un camino largo, sobre todo porque yo no me planteaba vivir de contar cuentos, pero poco a poco iba teniendo cada vez más demanda hasta que llegó un momento que tuve que decidir: si seguía contando necesitaba más tiempo para buscar, preparar y contar cuentos, fue entonces cuando hice de ello mi profesión (posiblemente esto sería a finales de los noventa)

 

¿Tus padres te apoyaron? 

Sí, soy una persona afortunada, mis padres y mi familia en general han sido cómplices y soporte en todas las grandes aventuras de mi vida, y ser cuentista es sin duda la más fabulosa de todas ellas.

 

¿Cuál fue tu peor función? ¿Cuál fue tu mejor trabajo sobre el escenario? 

Obviamente en estos 24 años de cuentos he disfrutado de muchas buenas funciones y, también, de algunos momentos complicados en el escenario. En general cuando las condiciones son buenas para contar y el público tiene ganas de cuentos la función suele ser fantástica, de esas en las que tú disfrutas también mucho, lo habitual en estos casos es que contar sea una fiesta (así me ha pasado recientemente en Segovia, en Paiporta, en La Alberca…). Si las condiciones no son buenas pero el público quiere cuentos entonces normalmente son buenas funciones también, sólo hay que intentar subsanar la cojera de un mal espacio, una mala acústica, etc. Pero si tienes que contar a un público que no quiere escuchar cuentos, ahí puede haber una función dura, y si además el público es maleducado, una función mala. He vivido muy pocas de estas, quizás una o dos en todos estos años (sólo recuerdo, de hecho, una).

 

¿Dónde estás más cómodo: contando, dictando talleres, escribiendo?

Disfruto mucho haciendo esto que me preguntas y me encuentro muy cómodo en todos los casos, aunque cada momento tiene sus cosas particularmente estimulantes: contar te exige mucho (antes y durante la función) pero también te da mucho, piensa que no es habitual terminar de trabajar y volverse a casa aplaudido, eso es un gran regalo; impartir formación es una gran responsabilidad, implica mucho trabajo previo, una importante estructuración de contenidos, reflexión, búsqueda de materiales, etc., pero también es una gran satisfacción y un enorme aprendizaje; y escribir es fantástico por lo que tiene de trabajo solitario, de búsqueda, de perseverancia… y posteriormente la recompensa de encontrar tu artículo o tu libro leído, comentado, recomendado… es fantástico.

 

¿Consideras que la Narración Oral es una herramienta terapéutica?

No. Considero que la narración oral es una propuesta artística íntimamente vinculada al ser humano. El arte nos acerca a lo bello, maneja el lenguaje simbólico, alcanza hasta donde la razón no llega, etc., y también coloca un espejo frente a nosotros para interpelarnos, para invitarnos a la reflexión, todo esto es bueno, pero no creo que sea terapéutico. Un cuento no cura un constipado.

Es cierto que hay corrientes dentro de la psiquiatria que trabajan la narrativa terapéutica, pero para acceder a ese uso instrumental de la narración (contando al paciente o haciendo contar al paciente) hay que ser médico psiquiatra y hay que, además, manejar recursos narrativos. La sanación no está en los recursos narrativos que maneje, sino en los ocho años de medicina más los de especialización y más la experiencia que lleva el psiquiatra a cuestas.

Esto sería como decir que “cultivar un huerto te desengancha de las drogas” porque en lugar donde se desenganchan de las drogas hay un huerto para que trabajen los pacientes. Hombre, el huerto vendrá muy bien y será muy útil, y seguro que suma a la terapia, pero la clave no es el huerto.

 

¿Qué día, en qué momento dijiste: quiero vivir de esto?

Como te decía antes no fue una decisión meditada, consciente. Empecé a contar y lo iba alternando con otros trabajos (educador en un piso de menores tutelados, monitor en una granja escuela, becario de investigación en la universidad…) hasta que hubo un momento en el que tuve que decidir, no podía seguir haciendo dos cosas bien, o hacía dos cosas y las dos mal, o hacía una bien y dejaba de hacer la otra; elegí esta última opción y me volqué en la narración. Y con sinceridad te digo que lo que me ayudó a inclinar la balanza fue la certeza de que contando cuentos era más feliz.

Y desde entonces hasta hoy no he dejado de alegrarme por aquella decisión.

 

¿Con quién te gustaría contar? Arma tu función ideal.

Bueno, a mí me gusta mucho contar solo. Espectáculos de una hora y media o dos horas con dos o tres cuentos muy largos. Esa es mi función ideal. En América (y en Portugal) es habitual compartir escenario y no poder disfrutar de propuestas escénicas unipersonales completas, para mí esa no es una función ideal.

Aun así si tuviera que elegir contar con alguien me gustaría que fuera una especie de reto de cuentistas, donde una persona contara un cuento sobre un tema y los acompañantes (dos o tres más) tuvieran que contar también cuentos sobre el mismo tema que lo complementaran y ampliaran y jugaran con lo que se fuera contando. Bien podría ser una función de varias horas con tres o cuatro cuentistas. Si esto fuera posible me daría igual quién contara con tal de que tuviera un buen repertorio y muchas ganas de jugar.

 

¿Cuál ha sido tu mejor momento a nivel profesional? 

Bueno, creo que desde que cumplí los cuarenta (hace siete años) siento que voy teniendo un dominio del repertorio y de la técnica que me permite disfrutar mucho más de lo que hago. Eso no quita que no deje de aprender (continuamente) y de asombrarme con los cuentos cada día.

 

¿Cómo te llevas con la tecnología?

Muy bien. Es un buen recurso para dar a conocer nuestro trabajo y las bondades de este oficio nuestro. Creo que lo importante es la mesura, encontrar el punto preciso de dedicación a la web, el blog y las redes sociales, porque no nos olvidemos que eso también forma parte de nuestro trabajo.

 

¿Asignatura pendiente?

Necesito más tiempo para leer: tengo muchos buenos libros esperándome en la cola de lecturas, especialmente grandes colecciones de cuentos. 

Y también necesito algo más de tiempo para escribir: tengo varios libros rondándome en la cabeza y no doy con el momento para ponerme con ellos.

 

¿Nuevos proyectos?

Comienzo en octubre un seminario de formación continua para profesorado (seis meses) que me ilusiona mucho; tengo varios libros entre manos (dos saldrán a finales de 2018 y otros dos en 2019), pero sobre todo tengo en la cabeza un libro sobre narración oral que necesitaría escribir en los próximos meses. En cuanto a las funciones de cuentos quiero seguir ampliando el repertorio de mitologías y preparar algún espectáculo nuevo para adultos (pero eso puede llevarme dos o tres años).

 

¿Qué tiene que tener un narrador oral para ser un buen narrador?

Esto no son matemáticas, hay cosas que funcionan, que suman, pero puedes no hacerlas y ser un buen narrador o puedes hacerlas por completo y ser un narrador nefasto. Desde mi punto de vista hay seis cosas que ayudan a contar mejor: desarrollar la propia voz narradora; tener una mirada alerta con el cuento, con el público, contigo mismo; cultivar la memoria y el repertorio; no tener miedo a jugar con el texto y el contexto; ser respetuoso con los cuentos, los colegas de oficio y el público; y reflexionar continuamente sobre lo que hacemos.

 

¿Prefieres contar a público infantil o a público adulto?

Prefiero siempre contar a un público que quiere escuchar, indistintamente de la edad que tenga.

 

¿Algo que te hubiera gustado que te pregunte en esta entrevista?

Estaría bien que hubiéramos hablado sobre la profesionalización: cuando los cuentistas se hacen profesionales y las responsabilidades que eso conlleva para con el colectivo de narradores (no copiar repertorios ni estilos o no tirar cachés, por ejemplo), con los espacios de cuentos (no llevando propuestas de mala calidad que puedan espantar público o cerrar espacios, por ejemplo), y con los cuentos (no estropeando cuentos de la tradición con versiones edulcoradas o inanes, por ejemplo).

 

¿Te sentiste cómodo en este reportaje?

Sí, claro, muchas gracias.

 

¿Cuál sería el título de esta nota?

Pep Bruno, una vida abrazado al cuento