El 30 de julio de 2017 se publicó en El Norte de Castilla este completo reportaje realizado por Victoria M. Niño con motivo de la nueva edición de los cuentos recogidos por Aurelio Espinosa en 1920. Además de hablar con los editores Luis Díaz Viana y Susana Asensio Llamas, la periodista hace dos pequeños reportajes para saber el estado de la tradición y la narración oral en la actualidad, en uno habla con Antonio Rodríguez Almodóvar y, en el otro, conmigo. El reportaje entresaca fragmentos de una larga conversación telefónica que mantuvimos una mañana de finales de mayo.

Al día siguiente de su aparición en el periódico se publicó en la edición digital por separado el reportaje que hizo conmigo: "Pep Bruno, un cuentista 3.0". Podéis leer dicho reportaje aquí debajo de las fotos del periódico o directamente en este enlace.

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El narrador del siglo XXI explica que «para un espectáculo de una hora y media puedo estar tres años buscando historias»

 

«Los que hemos hecho de esto nuestra profesión, bebemos de la tradición y la aplicamos a un marco escénico distinto. Ya no es la abuela que entretiene a los pequeños con cuentos para poder limpiar las lentejas. Ahora hay pocos sitios donde los cuentos perviven y lo hacen de otra manera. La oralidad tienen que ver con las leyendas urbanas, con los chistes, con el whatsapp -¿lenguaje escrito o charla? ¿qué son los audios?-. Todo es una mixtura». Así habla Pep Bruno, un cuentista del siglo XXI cuya agenda durante el curso está plagada de compromisos. De un centro de internamiento de menores a una escuela de Fuenlabrada y otra de Zaragoza. Clubes de lectura, colegios, nada se le resiste. ¿Cómo encandila un narrador en la era de las pantallas?

«Los cuentos han sido el entretenimiento durante casi toda la vida de la humanidad, el plato fundamental de la ficción. La atención a los cuentos se va arrinconando pero a la vez forman parte de nosotros. Vas a una clase de secundaria y dentro de ellos están los de siempre, el cuento es un alimento de ficción que nos hace trabajar porque hay que imaginar», dice Bruno. Y en cuanto al qué lleva, qué cuenta, «soy un profesional de esto. La gente cree que cobro lo que cobro por contar durante una hora u hora y media unas historias. En realidad cobro por mi verdadero trabajo, que es la cocina, el estar siempre buscando buenas historias por bibliotecas, por librerías de viejo, por colecciones, por huronear en eso. Para un espectáculo de una hora puedo haber estado tres años buscando. Luego cuando lo tienes, lo vas rodando y ves si funciona». 

Tiene cuentos hasta de una hora y media. «Los cuentos poseen una estructura fractal, un planteamiento nudo y desenlace, pero en ese nudo puede haber otras historias con esa misma estructura. Vivo feliz en esos cuentos. Trabajamos con una memoria que es la misma para la biografía que para los cuentos, contar es recordar. Cuentos que he contado mil veces se van estirando, los articulas de forma distinta, es como estar en un bosque, paseas, te paras, vuelves al camino que has ido trillando, es como moverte por un espacio. No tenemos un texto sino que articulamos un discurso, en el que hay partes fijas, las que marcan el sendero pero lo demás puede cambiar según el día y el público». Desde hace cinco años escribe diariamente un cuento para twitter. «Me gusta contar, leer y escribir cuentos». Distingue entre los «literarios, que leo en vacaciones» y los de «tradición oral, que es mi profesión». Dentro de estos segundos, «los cuentos que han pervivido son los que cambian, la tradición pervive cuando se adapta, si no, se pierde. Muchas tradiciones se pierden porque la gente cree que son intocables. No se usan y acaban por perderse». Y pone otro ejemplo. «La canción de ‘Don Federico mató a su mujer para casarse con una costurera’ fue cambiada por los Titiriteros de Binefar que dicen ‘Don Federico dejó a su mujer...’ para poder seguirla cantando».