El 18 de marzo Javier Pizarro me hizo esta entrevista para la revista cultural El Asombrario, de Público.es, aquí podéis leerla en su web.
Rescatar ‘loros’ contra el cáncer, junto al narrador Pep Bruno
Quién no soñó en su infancia con tener un loro y hacerse pirata. Un loro con extravagantes plumas de colores, que no parase de hablar, posado permanentemente en el hombro y con el que vivir mil aventuras. Pues ahora hay un pirata llamado Pep Bruno que se ha lanzado a la aventura de rescatar a su loro en beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer con su proyecto ‘Un loro contra el cáncer’. Os contamos la iniciativa altruista de Bruno a partir del libro infantil ‘Un loro en mi granja’. Lo ha rescatado del almacén donde iba a ser triturado para seguir dándole vida, que es lo importante.
Resulta que este loro ha estado a punto de morir triturado por una horrible máquina que destruye libros que no se venden, o que no se han sabido vender bien. Y es que Un loro en mi granja, editado por Edelvives y Primer Premio del IV Concurso Internacional de Álbum Infantil Ilustrado de la Biblioteca Insular Cabildo de Gran Canaria, a pesar de haber tenido grandes reseñas y buenas críticas, ha quedado descatalogado y a la buena suerte de su autor.
Un mal día, Pep Bruno, narrador oral que se gana la vida contando cuentos e historias, como hacían los juglares en la Edad Media, recibe la terrible noticia de que uno de sus libros no sólo va ser descatalogado, sino que, además, los ejemplares que queden en el almacén serán destruidos. “Una noticia sorprendente y muy triste para mí”, nos cuenta Pep Bruno. Como buen autor que es, que ama y cuida sus libros y valora el trabajo, esfuerzo y sacrificio que cuesta que lleguen sus historias a miles de niños y niñas, nuestro pirata no podía quedarse sentado con la imagen de ver convertida su obra en confeti. Así que, a pesar de quedarse sin ahorros, decidió comprar todos los libros almacenados, unos 1.700, por un importe de algo más de 4.000 euros.
El caso es que hoy día Pep Bruno tiene 1.700 loros en su garaje, la cuenta de ahorros a cero y un proyecto solidario en marcha por el que El Asombrario se ha interesado. “He estado pensando qué podría hacer con ellos y después de barajar distintas opciones decidí lo siguiente: llevarme ejemplares a todas las sesiones de cuentos que haga en estos meses y tratar de ir vendiéndolos. El coste del libro actualmente es de 15 euros, yo los voy a vender a 10 euros, y todos los beneficios, todos, van a ir destinados a la Asociación Española Contra el Cáncer. Me gustaría terminar 2016 habiendo aportado al menos 10.000 euros a esta asociación”. Consulta aquí su agenda.
Esta pequeña noticia que no abrirá jamás un informativo y que me llegó gracias a una amiga que la había visto a través de las redes sociales de Pep Bruno (@Pep_Bruno en Twitter), me llevó a hablar con su autor por mail, para que nos cuente su proyecto, para darle un poco de eco y ayudarle a que sus 1.700 loros contribuyan en los esfuerzos diarios que desarrolla la Asociación Española Contra el Cáncer.
¿Cómo recibiste la noticia de la destrucción de los libros?
Recibí una carta postal en la que se me informaba de que, “por circunstancias de mercado”, se descatalogaba ese título. Cuando esto sucede porque se ha agotado la tirada y no se decide hacer una nueva edición, es algo que se puede entender, uno recupera sus derechos y busca un nuevo hogar para ese libro. Sin embargo, cuando un título se descataloga y todavía quedan cientos de ejemplares lo habitual es destruirlos para que no ocupen espacio en el almacén, y así se me informaba en la misma carta: “Procederemos a la destrucción del material citado”.
¿Cómo te sentiste? ¿Por qué la editorial prefiere destruirlos antes que donarlos?
Hay motivos para tomar esta decisión y todos se resumen en uno: el libro se mueve entre dos mundos, el de la cultura y el del mercado. Cuando la mirada que impera desde quienes dirigen la editorial es la del mercado, los libros son tratados como productos que han de generar un beneficio económico, y en ese caso son tratados igual que otros productos del mercado. En el caso concreto de esta obra hay además varios agravantes: es un libro premiado que cuenta con muchas y buenas reseñas, que se sigue demandando…, pero por lo que se ve eso es irrelevante. Desde el punto de vista mercantil, plantea menos problemas y más beneficios destruir los libros [y hacer con ellos papel higiénico y cajas de pizza, como relataban recientemente Vicente y Begoña, de la editorial Media Vaca, en esta entrevista en la revista digital Nonada, que tiene la no actualidad como bandera: http://nonada.es/2016/03/media-vaca.html] que saldarlos o donarlos. Pero es que, además, dentro de los parámetros de mercado, la donación va contra el espíritu mercantil; piensa en la comida que se tira en los grandes almacenes antes que donarla a gente con necesidad. Volviendo al libro, sé que la promotora del premio se interesó por los ejemplares que todavía había en el almacén, pero parece ser que desde la editorial no les respondieron. Sin embargo a mí, como autor, la editorial me ofreció la posibilidad de adquirir “algunos ejemplares”; pedí todos los que quedaban. Entonces fue cuando me llevé un par de sorpresas: primero, que había unos 2.000 ejemplares todavía (de los que yo he podido conseguir 1.700) y, segundo, que me los iban a cobrar, cuando era un producto que, como me habían dicho, tenían previsto destruir.
¿Qué control tiene un autor sobre su obra? ¿Cuáles son los límites?
Una vez firmado un contrato con una editorial has de confiar en ella: que sea capaz de hacer un buen libro con tu texto, que lo distribuya y lo mueva bien, que tenga las cuentas claras y que se ajusten a las ventas, que te pague el pequeño porcentaje que te corresponde puntualmente… Todo es confianza, porque control del autor hay (o puede haber) poco. El hecho de firmar un contrato con una editorial no debería significar algo así como vender el alma (del libro) al diablo: los buenos editores mejoran los libros, les dan vida y facilitan que lleguen a los lectores. Yo he tenido la suerte de trabajar con editores horribles y con editores maravillosos, todo ha sido un aprendizaje y, a día de hoy, sé que es incomparablemente mejor tener un libro publicado en una casa que mima su catálogo a tener cien libros en editoriales descuidadas o cuyos intereses no tienen mucho que ver con los libros.
¿Por qué decides hacerte cargo de todos los libros que estaban almacenados? Me imagino que esta decisión te supone un gran esfuerzo económico. ¿Cómo lo vas a gestionar, cómo te vas a organizar?
Al leer que el libro iba a ser destruido pensé que tendría que hacer lo imposible por evitarlo. No sabía cuántos ejemplares había todavía en el almacén, en un primer momento me dijeron que 800, pero al recibir la liquidación del pasado año vi que había más y me ofrecieron otros 900. Así fue como me junté con 1.700 ejemplares y así fue también como me quedé sin ahorros (el coste ha superado los 4.000 euros). Mi idea es ir llevándolos a las funciones de cuentos que voy haciendo por todo el país -soy narrador oral, eso es lo que me da de comer- para ir vendiéndolos, para que los libros sigan teniendo vida y sigan llegando a lectores. Pero yo no quiero ganar dinero con todo esto porque yo ya cobro por mi trabajo contando, entonces fue cuando se me ocurrió que todo el beneficio de la venta fuera donado a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). El libro costaba 15 euros, yo lo estoy vendiendo a 10, y de ahí, 7,5 euros son para la AECC y 2,5 euros es el coste del ejemplar.
Lo conté todo en la web para avalar esa venta, para que la gente que asistía a las sesiones de cuentos viera que era verdad lo que les decía sobre la venta del libro, pero ha saltado a las redes y me ha desbordado: he tenido que habilitar una cuenta de email para atender toda la demanda y llevo una semana yendo a diario a Correos para enviar loros a todas partes. Las muestras de cariño están siendo abrumadoras.
¿Tienes alguna vinculación especial con este título?
Tengo una vinculación especial con todos mis libros por la sencilla razón de que escribo muy despacio, le doy muchas vueltas a los textos y no los mando a publicar hasta que no creo que sea algo que merezca la pena. Es un trabajo muy demorado en el tiempo con cada uno de ellos, mucho tiempo de convivencia, y especialmente cuando son libros álbum, pues en el momento en el que empiezas a trabajar con ilustradores y editores cedes parte de tu autoría y pasa a ser un proyecto de más gente. Por eso, antes he de estar muy seguro de la propuesta que quiero enviar.
¿Cómo nace la historia de ‘Un loro en mi granja’?
En este caso recuerdo muy bien cómo surgió la idea. Lucie Müllerová y yo acabábamos de publicar un libro en OQO: La noche de los cambios, y a ambos nos gustó el resultado, así que trabajamos juntos en un par de proyectos más. En este caso en concreto, ella quería hacer un libro de animales y yo quería hacer un libro de piratas, entonces se me ocurrió la idea de esta granja con un loro algo particular y un granjero, en fin, más particular todavía.
¿Cómo ha reaccionado la editorial ante tu iniciativa?
Edelvives es una editorial muy grande, con mucha gente trabajando en ella, no sé si hay alguna reacción oficial. La persona con la que he gestionado toda la adquisición de libros ha sido muy amable y eficaz. A ella le conté lo que pensaba hacer y no puso ninguna pega.
(Desde la editorial Edelvives, con la que ha contactado El Asombrario, señalan: “Es un proyecto particular del autor. Por supuesto, a nosotros nos parece una iniciativa muy positiva por parte del autor, tanto por la difusión de su obra y de la literatura en general, como por su especial carácter solidario, y le deseamos mucho éxito”).
¿Cómo puede la gente hacerse con uno y contribuir con el fin que te has planteado?
Lo mejor es que la gente se acerque a escuchar cuentos cuando vaya cerca de su zona (tengo la agenda bastante actualizada en mi página web): esto es lo más cómodo y lo más barato para quienes lo compran, porque no hay que pagar un envío. Pero si eso no es posible, siempre pueden escribirme a