Sobre estos apuntesFichas de oralidad / Una historia de la narración oral / La figura del narrador oral 

 

Artículo escrito para la web de AEDA, como parte de su boletín n.º 37 - Narración oral en el aula, que coordinó Sonia Carmona. Podéis leer el artículo también en la web de AEDA.

 

El 27 de junio de 2015 el narrador, escritor y maestro Xabier P. DoCampo pronunciaba la conferencia inaugural de la I Jornada de Narración Oral y Lectura que se celebraba en San Millán de la Cogolla, dicha conferencia (llena de jugosas reflexiones) se concluía con la siguiente afirmación: 

"Los cuentos son lo más grande que hay en el universo, nada los supera y nada los hace prescindibles, por más que parezcan siempre innecesarios, y esto es así porque ellos contienen la totalidad del saber humano. Nada hay en el conocimiento humano que no esté en un cuento. (...) El que más cuentos conoce es el más sabio, aquél que sepa todos los cuentos albergará en sí toda la sabiduría del universo y del tiempo."

Si esto es así (y yo desde luego bien creo que pueda serlo) no ha de extrañarnos que el cuento haya estado siempre vinculado a la escuela y al aprendizaje. Como muestra para reafirmar esto que digo valga este enlace con un listado de recopilaciones de cuentos tradicionales hasta 1850 en España: la gran mayoría tienen una voluntad didáctica o son colecciones de exemplum para ejemplificar (y dar validez a) ideas, pensamientos, conocimientos... Pero no es una cosa propia de la tradición hispana, los grandes y viejos clásicos con recopilaciones de cuentos (como el Panchatantra) también parecieron ser escritos con esta voluntad, veamos si no el caso de Esopo (S. V a. de C.), esclavo de Janto y maestro de sus hijos, quien tuvo claro el poder de las historias para "educar deleitando" y parece ser que acabó inventando (o recopilando, que este asunto no está claro) unos cuantos centenares de fábulas que le facilitaron la tarea de enseñar a sus alumnos.

Si esto ya era así en los albores de la civilización quizás podríamos dar por hecho que el cuento tradicional, el cuento contado, ha estado siempre presente en la escuela. Sin embargo no parece que haya sucedido exactamente de esta manera pues, con el paso de los años, de los siglos, se fue prestigiando la escritura y el texto escrito en detrimento de la oralidad y el texto oral, y los cuentos contados fueron desplazados (si no por completo sí en gran medida) de las aulas como recurso educativo para pasar a habitar otros espacios (el hogar, la plaza, la calle, la taberna...).

Sin embargo en el S. XIX con el advenimiento del Romanticismo y, sobre todo, con la publicación de Los cuentos para la infancia y el hogar de los hermanos Grimm, el cuento tradicional volvió a convertirse en objeto de interés para los eruditos. Esta corriente llegó unos cuantos años más tarde a España, y no es hasta el último tercio de ese siglo que Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) publica su recopilación Cuentos de encantamiento y otros cuentos populares (última obra de esta autora). Se trata de un libro que pretende mostrar, cuidar y conservar los textos de la tradición oral que recoge, pero peca de evidente voluntad moralizante y didáctica, y ocurre también que los cuentos son reescritos por la autora para que tengan "también" un cierto valor literario. Es un primer paso, desde luego, para ser conscientes de la necesidad de recoger y preservar los textos de la tradición oral que por aquel entonces estaban todavía muy vivos en bocas y orejas.

El libro de Cecilia Böhl de Faber fue el primero de un buen puñado de nuevas recopilaciones de cuentos tradicionales en España, y sobre todo fue el punto de partida para volver a prestigiar el cuento de tradición oral, el cuento contado. 

A principios del S. XX van apareciendo nuevas colecciones de cuentos recogidos de la tradición oral, y es en ese momento en el que parece que el cuento contado vuelve a acercarse a la escuela (de donde, acaso, nunca terminó de irse). Podemos poner como ejemplo el caso de Marciano Curiel Merchán quien, siendo maestro de escuela, dedicó muchos años a la recopilación de textos de tradición oral. En un principio su intención era la de recoger cuentos tradicionales y elaborar con ellos un libro de cuentos para utilizarlo en el aula. Pero con el paso de los años y, sobre todo, tras conocer a folcloristas de la talla de Kurt Schindler, Aurelio Espinosa hijo, Jesús Bal y Gay..., Curiel Merchán cambia la mirada sobre su libro. Estos cuentos recogidos a lo largo de muchos años (entre 1920 y 1935 aproximadamente) se publican en 1944 (salvando las dificultades del momento histórico) con el título de Cuentos extremeños, una estupenda colección de 144 cuentos recogidos en varios pueblos de Extremadura en los que él estuvo trabajando como profesor. 

Por aquel entonces la vinculación de la escuela con el cuento contado no era solo como la de "un lugar en el que utilizar el cuento como recurso", sino que la escuela se había convertido también en un lugar en el que ir a recoger cuentos. El propio Marciano Curiel Merchán recogió muchos de sus cuentos a los muchachos a los que daba clase (información que tuvo que suprimir del prólogo de su libro original pues los editores del CSIC no veían en estos informantes la calidad que supuestamente aportarían viejos hombres y mujeres memoriosos). Otro ejemplo de esto que digo es el de Aurelio Espinosa hijo quien, para la búsqueda y recogida de cuentos de tradición oral iba a las escuelas locales pidiendo a los niños y niñas que le contaran cuentos para, de esta manera, dar con los informantes y las versiones y tipos de cuentos más interesantes (pues cuando un niño contaba bien un cuento le preguntaba quién se lo había contado y le decía que se pasara esa tarde por el casino que le pagaría una peseta por cada cuento que le contara).

Llegaron los años de la guerra civil y los de posguerra y dictadura, años en los que los cuentos de tradición también fueron embridados (o al menos se intentó), es por eso que aquellos cuentos considerados "inmorales, injuriosos y obscenos (...) son impublicables", como afirmaba J. A. Sánchez Pérez en el prólogo de sus Cien cuentos populares. Así pues todos esos cuentos buenistas, acordes con las costumbres y la moral aceptadas por el orden dominante, siguieron entrando en las aulas. Muchas de aquellas generaciones recuerdan y todavía hoy pueden recitar algunas fábulas de Samaniego o cuentecillos de Calleja.

En este momento el cuento contado también empezó a entrar en las bibliotecas gracias a la actividad de "La hora del cuento" que prendía en países del norte de Europa y América. Cada vez estaba más claro que las historias contadas eran una de las actividades estrella para acercar los libros a los niños y niñas.

A mediados de los años sesenta Marta Mata y un grupo de profesores inician (de manera clandestina) la Escuela de Maestros Rosa Sentat, cuya intención es la renovación pedagógica mediante la formación continua del profesorado en ejercicio, en este momento el cuento recibe una invitación formal para entrar en la escuela. Pero es sobre todo a finales de los setenta del pasado siglo, tras el final de la dictadura y la llegada de la democracia, cuando comenzó una renovación pedagógica que significó el aldabonazo definitivo para que el cuento contado volviera a entrar en las aulas, y esta vez por la puerta grande. 

En 1975 Ana Pelegrín y Felicidad Orquín fundan Acción Educativa, imprescindible revulsivo de la renovación pedagógica que tiene muy presente los estudios y propuestas de sabios como Célestin Freinet, Gianni Rodari, Jean Piaget... Vinculado a este movimiento encontramos a Federico Martín Nebrás, maestro, narrador y formador. Como ellos aparecen otros grupos y movimientos que tratan de renovar la escuela, y este abrir puertas y ventanas para que entren nuevos aires mueve los cimientos del sistema educativo. Empiezan a aparecer seminarios de literatura (formados en su mayoría por bibliotecarios y maestros) y grupos de trabajo alrededor del cuento y de la literatura infantil y juvenil (equipo Peonza); empiezan a organizarse jornadas de animación a la lectura (Guadalajara, 1984; Arenas de San Pedro, 1985...); aparecen revistas especializadas (Atiza, Peonza, CLIJ...); en este momento también nos encontramos con la figura del experto en animación a la lectura (Paco Abril, Montserrat Sarto...) y surgen libros con reflexión y propuestas; empieza a impartirse formación sobre narración y animación a la lectura en los Centros de Profesores y Recursos... Y es justo en esos años cuando el oficio de narrador reaparece.

Valga como ejemplo para explicar el gran movimiento que hay alrededor del cuento lo que sucede en el ámbito de la escuela y que afecta directamente a nuestro oficio. En estos momentos son muchos los maestros y maestras que empiezan a contar cuentos a sus alumnos, pero es tanta la demanda que hay de cuento contado que se dan casos de maestros que dejan el aula para dedicarse a contar (Roser Ros, Peio Añorga, Llorenç Jiménez, Virginia Imaz...); ocurre también que hay no pocos casos de escritores y estudiosos que, por aquel entonces, hacían visitas de autor a los colegios y acababan, por petición de maestros y alumando, contando cuentos (Antonio Rodríguez Almodóvar, Ignacio Sanz, Carles Cano, Xabier P. DoCampo -también maestro-, Teresa Durán...) como ya había pasado en los años cincuenta con la propia Montserrat del Amo. 

Sí, el cuento entró en los años ochenta en la escuela, y lo hizo por la puerta grande. Desde entonces hasta hoy esta relación cuento-escuela sigue muy vigente. Son muchas las escuelas que realizan actividades de narración oral, ya sea entre las propias actividades del centro (cuentos con chocolate, apadrinamiento lector, maratones de cuentos, etc.), ya sea contratando a profesionales (funciones de cuentos, jornadas de cuento, celebrando el 20M, formación y reflexión, exposiciones temáticas sobre libros y cuentos...); también hay muchos municipios que organizan a través de las bibliotecas campañas escolares para que todos los niños y niñas del lugar puedan escuchar cuentos; incluso aparecieron programas (a nivel regional) que facilitaron la visita de cuentistas a los centros escolares (cómo no recordar aquí los añorados Leer Juntos y Saber Leer que se organizaban en Aragón).

Hoy por hoy la escuela es uno de los pilares fundamentales para la pervivencia de este oficio nuestro de contar cuentos, aun así pienso que hay mucho camino aún por recorrer:

  • Todavía son muchos los colegios en los que las actividades de narración oral no tienen presencia ninguna. Igualmente son muchos los centros que trabajan el cuento como un mero recurso formal.
  • Hay ámbitos dentro del sistema educativo donde parece haber una cierta resistencia al cuento contado: educación de adultos, centros de secundaria, escuelas de idiomas, etc., por no hablar de la universidad.
  • En muchos casos la relación del cuento y la escuela se sostiene gracias al empeño de una (o algunas) profesora(s) dentro del propio centro que está(n) convencida(s) de las bondades del cuento contado. Esto significa que ante un traslado o cambio de profesorado pueden desaparecer actividades que se habían realizado durante años.
  • La vinculación entre cuento contado y animación a la lectura parece supeditar la relación del cuento con la escuela: es necesario seguir trabajando para que se comprenda que el cuento contado tiene valor en sí mismo.
  • Hay una rémora incomprensible y que atañe directamente a la formación del profesorado: en los estudios universitarios (para ser maestro, profesor...) no hay una presencia suficiente (en muchos casos directamente no hay) del cuento contado.

Se puede observar que a estas alturas en relación al cuento contado y su presencia en la escuela hay camino recorrido, pero también parece claro que queda mucho por recorrer. Hagamos también nuestra parte por ofrecer buenos cuentos y buenas propuestas artísticas a los colegios, el resto irá llegando.

Pep Bruno

 

N. del A.: Gran parte del contenido de este artículo lo he escrito tras releer este estudio que publiqué en 2011, en el enlace puedes ampliar información y tener acceso a muchas otras fichas y links.